![Thomasin McKenzie en 'Última noche en el Soho'.](https://s3.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/202111/17/media/cortadas/ultima-noche-en-el-soho-kIkH-U15011815047380JG-624x385@RC.jpg)
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'Última noche en el Soho' es una delicia para la cartelera, un soplo de aire fresco en un panorama que busca desesperadamente un aumento claro en las recaudaciones de taquilla cuando nos amenazan de nuevo con posibles restricciones que probablemente afectarán especialmente al sector ... cultural. La prensa especializada la alaba allá por dónde pasa y hace apenas unos días se llevó el goloso premio del público en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, aunque como película de generosa producción no necesita este tipo de galardones para promocionarse.
Visualmente arrolladora, rodada con medios y cabeza, ofrece un espectáculo arrebatador protagonizado por Thomasin McKenzie, vista en la rescatable 'No dejes rastro', y Anya Taylor-Joy, rostro de moda tras el éxito incontestable de la serie 'Gambito de dama', aunque su notable talento lleva tiempo llamando la atención en filmes a descubrir como la genial 'Purasangre'. Ambas actrices brillan con luz propia en lo último de Edgar Wright, que ha decidido definitivamente apuntarse al mainstream tras 'Baby Driver'. Lejos queda su sentido del humor retorcido en propuestas estimables como 'Shaun of the Dead' aka 'Zombies Party'. Aquí consigue engatusar al espectador entregado, multiplicando por mil lo mejor y lo peor de Hitchcock, además de cocinar múltiples referencias que harán las delicias de los aficionados al cine de género.
Está latente el giallo italiano, también el musical y cita obras maestras como 'Vértigo', con una cuidada estética y unas secuencias memorables que esconden una historia algo tramposa, con un final tan efectivo, y efectista, como previsible. Los defectos pueden ser virtudes de cara al gran público. Gustó mucho a los jóvenes estudiantes concentrados en el festival de Sitges, anonadados ante el eficiente despliegue técnico del filme.
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Si hay que poner algún pero a 'Última noche en el Soho' es su pobre desenlace, harto masticado que se tambalea bajo el prisma de la perspectiva de género, lo que no quita que el show merezca ser degustado especialmente en pantalla grande. McKenzie y Taylor-Joy están maravillosas, encabezando el reparto de un thriller psicológico que toca el drama, el terror y la comedia. Encarnan respectivamente a una ingenua estudiante de diseño, recién llegada a Londres a una escuela de moda, y una cantante sin fortuna que se ve obligada a vender su cuerpo para sobrevivir. Ambos papeles conviven en armonía hasta la explosión final, cuando todo encaja para saber quién, o quienes, han pisoteado la vida de la segunda.
Hay una trama de cine negro con algún asesinato de por medio… y fantasmas. La insatisfactoria resolución no quita que el viaje hasta el giro final sea sumamente divertido, con un Wright desatado que planifica milimétricamente cada movimiento de cámara y la puesta en escena, cosechando en este sentido su mejor película, aunque otras destacan más por su alma, exentas de la necesidad de regodearse en sí mismo como realizador.
'Última noche en el Soho' se mueve cronológicamente entre dos tiempos, el presente y los años sesenta, en un juego de espejos que construye la intriga. La habilidad del director británico tras la cámara es demasiado evidente, lo que no quita que el resultado encandile igualmente a la audiencia entregada.
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