![Por qué echo de menos los cines](https://s1.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/202004/21/media/cortadas/cines1-kpj-U100988853435W3C-624x385@RC.jpg)
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De la misma manera que un yonqui ansía desenvolver su papelina, yo aguardo la reapertura de los cines. Durante el confinamiento familiar nos hemos suscrito a Disney Plus y Amazon, lo que unido a la oferta de Netflix, Filmin, Movistar Plus y HBO significa que todas las noches hay algo que ver. Una de las alegrías de mi hijo de cinco años, que ya sabe hablar con el verbo al final imitando a Yoda, es cuando llega el 'screener' de un episodio de 'The Mandalorian'. Tras unos primeros días de pandemia en que yo era incapaz de ver nada, reconozco que uno de los mejores momentos de la jornada llega tras la cena, cuando nos repartimos los dispositivos para elegir una película o una serie. Pero claro, nada que ver con la experiencia de una sala oscura.
Owen Gleiberman en 'Variety' se hace eco del «nuevo dogma» por el que consumir ficción en casa es 'cool', mientras ir al cine ha quedado demodé. «Miles de españoles se apuntan al máster que parece una serie de Netflix», reza una publicidad con la fotografía de cuatro pijos con sudadera en una oficina de diseño. Netflix es un Mac de última generación y las salas, un PC descacharrado. Sin embargo, la asistencia a los cines españoles ha crecido casi un 40% en los últimos seis años. Cuando voy a los Verdi madrileños o a los Golem y Multis bilbaínos siguen sorprendiéndome las colas de un público maduro, eso sí, que no ha perdido la costumbre de prepararse, salir de casa e ir al cine. «Going out to the movies», que dicen los americanos.
Echo de menos ese momento en el que abres la puerta del cine y te sumerges en el trajín de la vida diaria tras haber estado un par de horas fuera de este mundo. Cuando caminas por la calle flotando por lo que acabas de ver. Escapar de la cotidianidad se convierte en una necesidad tras un mes sin poder salir de casa. Contamos en nuestros hogares con pantallas gigantescas de una nitidez cristalina y un sonido asombroso que nos ofrecen la posibilidad de disfrutar de miles y miles de películas. Pero no nos engañemos, la inmersión y concentración en casa nunca podrá compararse con la de una sala. Y cuando alguien me dice que dejó de ir al cine, harto de los móviles y la falta de urbanidad, le recomiendo que busque sesiones sin palomitas.
«En casa, cuando ves algo en televisión, el espíritu controlador eres tú. En cambio, en el cine el espíritu controlador es la película», reflexiona Gleiberman, que reconoce haberse hecho crítico porque considera «una experiencia sagrada» ver una película en el cine, aunque sea una mala película. Cualquier director que diga que no le importa que su obra se vea en un móvil miente. Claro que nunca criticará a las plataformas de streaming, que son las que ahora dan trabajo. Si yo hiciera un largometraje mataría porque se viera en las mejores condiciones, en una pantalla gigante, en silencio y con plena atención, en vez de a cachos en un teléfono mientras se va en el metro y se alterna con el WhatsApp y el Candy Crush.
Echo de menos ir al cine porque forma parte de mi trabajo. Ahora vemos series y películas en plataformas porque no hay otra cosa sobre la que escribir. Añoro ir a los pases de prensa, donde coincides con compañeros y te sientes parte de una comunidad. Y no sé cuándo volveremos a entrevistar a estrellas en hoteles de lujo. Entre cierres de medios, ERES, ERTES y colaboraciones que pasarán a pagarse a cuatro perras, el periodismo cinematográfico atraviesa su peor momento. También quiero que reabran los cines para que vuelvan a trabajar las agentes de prensa -la mayoría son mujeres-, que se encargan de promocionar las pelis y facilitar el trabajo a los periodistas.
Me duele no haber ido en este tiempo de encierro a los festivales de Málaga y Barcelona, que no se sabe cuándo se celebrarán. Siento nostalgia de los paseos por la calle Larios hasta el teatro Cervantes y del barrio de Gracia, que revivió gracias a los Verdi. Poco a poco empezamos a ser conscientes de que los cines todavía tardarán muchos meses en reabrir. Y que las limitaciones de aforo y la paranoia al contagio provocarán que, al menos al inicio, la experiencia no sea como la recordemos. Me temo que muchas salas simplemente no volverán a abrir. Estoy completamente seguro de que la Administración no moverá un dedo para ayudarlas.
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