'El año en que dejamos de jugar', una sentida adaptación
En cartelera ·
Caroline Link dirige, con menos presupuesto del necesario, esta adaptación de 'Cuando Hitler robó el conejo rosa', exitosa novela que explora un tema tan interesante como el secuestro de la infancia y la pérdida de la inocencia
Se vende como una película para el público infantil, pero 'El año que dejamos de jugar' va mucho más allá, retratando una trágica época en nuestra historia, además de explorar un tema tan interesante como es el secuestro de la infancia y la pérdida de la inocencia. El cambio de título en nuestro mercado es incomprensible, dado el tirón del libro superventas en que se basa esta producción alemana, 'Cuando Hitler robó el conejo rosa', obra con destellos autobiográficos de la escritora británica Judith Kerr, de obligada lectura en los colegios de Alemania. Quizás el nombre del gran villano de la Segunda Guerra Mundial es veneno para la taquilla y hay estadísticas al respecto, aunque en el terreno literario sucede lo contrario. Dirige, con menos presupuesto del necesario, Caroline Link, ganadora de un Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2013 por su trabajo en el filme 'En un lugar de África', referencia fundamental en una rica filmografía que también cuenta con otras creaciones de su cosecha tras la cámara, bien consideradas, como 'Más allá del silencio' o 'Hace un año en invierno'. La actriz debutante Riva Krymalowski comparte encuadre junto a Marinus Hohmann ('Los cinco y el valle de los dinosaurios'), Oliver Masucci ('La sombra del pasado') y Carla Juri ('Blade Runner 2049'), entre otras figuras de la cinematografía germana.
En 'El año que dejamos de jugar', un melodrama con varias capas de lectura, corre el año 1933, cuando el alzamiento de Hitler y su toma de poder cambió por completo la existencia de innumerables ciudadanos alemanes. La protagonista, una niña de nueve años, vive ajena al espanto que se avecina, hasta que se ve empujada a escapar de Berlín junto a su familia, de origen judío, sin un destino claro hacia Suiza, huyendo del horror de la guerra. En su nuevo rumbo forzado, la pequeña abandona su casa y amigos. También sus juguetes, y con ellos la infancia, totalmente truncada. Un conejo rosa de peluche simboliza esos años secuestrados, la destrucción de la inocencia por obra y desgracia del exterminio nazi. Esta es la base argumental de la película de Link, preocupada por las emociones de sus personajes, sin ahondar necesariamente en las razones por las cuales triunfó el mensaje fascista de un tal Hitler. Su visión sensible de un oscuro periodo en la historia de Europa se ve a través de los ojos de una chiquilla apaleada sentimentalmente que decide vivir como una aventura su injusta situación, mientras se aleja de la violencia de los mayores. La directora apuesta por hablar desde la madurez a los niños, acostumbrada a trabajar con menores, pero no en «compartir todo con ellos. No es necesario explicárselo todo, no hay que darles toda la información. Hay que darles esperanza y optimismo pero no creo que los padres deban ser sus amigos sino más fuertes que ellos».
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