Escarbando a conciencia se pueden encontrar interesantes apuestas en VOD que pueden pasar inadvertidas. La que nos ocupa es un filme modesto, crudo y sorprendente, que retrata a pequeña escala el auge de los fanatismos
Cal y arena, a paladas. Es lo que ofrece el menú de Netflix, cuya exploración es recomendable, aunque el grueso del público, según señalan los estudios, se queda en la portada. Ni un 20%, según las estadísticas, navega con fluidez por el catálogo para ver qué se encuentra. ¿Qué puede haber de interés más allá de las sugerencias obvias y las obras harto publicitadas? Afortunadamente, la popular plataforma en streaming bajo demanda está atinando más últimamente con sus lanzamientos, especialmente con las películas de estreno, sobre todo si son de carácter independiente o llegan de algún país europeo o con una nacionalidad poco habitual. Son filmes que pueden pasar desapercibidos entre el maremágnum de títulos que ven la luz online sin haber pasado por el circuito de exhibición convencional. Material inédito que, de vez en cuando, se cuela por unas horas en la lista de lo más visto de la conocida empresa de entretenimiento estadounidense. Es el caso de 'El declive', una producción canadiense, de presupuesto modesto, que se ha convertido con el boca-oreja en una de las sorpresas del confinamiento, compartiendo logros, con cierta distancia, con la multipremiada 'El hoyo'. Buscando el lado positivo de los evidentes cambios en el consumo audiovisual, probablemente muchos espectadores están accediendo a historias que antes solamente circulaban por las salas en versión original subtitulada. Gente que no pisa un cine en todo el año descubre otros mundos que están en este. ¿Saldremos más cinéfilos del encierro hogareño?
«No soy un asesino, pero eso no significa que no vaya a defender lo mío», comenta uno de los protagonistas de 'El declive'. Es una frase contundente que subraya una de las posibles lecturas políticas de una película hija de su tiempo. En poco más de 80 minutos, con la violencia en su justa medida, la propuesta retrata algunos males de nuestro tiempo. No es difícil entender su claro mensaje, sin moralina. Vivimos tiempos convulsos, un caldo de cultivo para los fanáticos. La rabia se enquista en la mentes, produciendo monstruos. Los bulos alimentan la pérdida de libertades y el fin justifica los medios. Con este escenario de pensamiento, la historia comienza con el retrato de una familia ideal, cuyo patriarcal líder está obsesionado con la posible destrucción de su concepto de bienestar. Para aliviar sus preocupaciones, en vez de replantearse ciertas dudas nutre sus miedos a base de videotutoriales de un sujeto que se toma la vida como un conflicto bélico, constante y terrible. La obsesión por la defensa de la propiedad privada y el pánico infligido ante supuestas conspiraciones atraen a numerosos seguidores del youtuber, un señor de avanzada edad que organiza cursos para algunos de sus feligreses a cambio de dinero. Las prácticas son en su propia casa, en las montañas, rodeado de hectáreas donde tiene un campo de tiro y otras sorpresas (el bosque está lleno de trampas, no hay que fiarse de nadie).
Un fotograma de 'El declive'.
Ópera prima de Patrice Laliberté, con actores desconocidos, 'El declive' es una película pequeña pero matona que invita a la reflexión. Además, está bien narrada, sin efectismos, atendiendo a lo justo y necesario. Es un error como espectador creer que es una cinta de acción. Puede dar lugar a equívocos. No se decide claramente por un género porque no lo necesita y es parte del juego. Cuando puede convertirse en un thriller con tintes de slasher ofrece una violencia seca y realista. Opta por el anticlímax para reforzar su condición metafórica. Va cocinándose a fuego lento para trasladar a la audiencia los problemas que asolan a nuestra civilización. Un grupo de fans del tutor paramilitar visitan sus dominios en medio del duro invierno en las montañas de Quebec. Aislados, su formación se ve truncada debido a un inesperado accidente que saca lo más oscuro de cada cual. En plena naturaleza, tienen que sobrevivir de ellos mismos.
'El declive', título revelador, no es el único estreno independiente que puede pasar inadvertido entre las numerosas referencias actuales de Netflix. Las historias sobre crímenes donde la resolución del caso es lo de menos, las más interesantes, suelen tener una puntuación floja en internet, máxime si no acaban como una película de Disney. La reciente 'Chicas perdidas' es otro ejemplo de una obra que cuenta mucho sin la necesidad de explotar muchos recursos. Su energía está en lo que insinúa y no cuenta. No hay acción, es una propuesta limitada en muchos aspectos, pero plantea interesantes cuestiones. Detrás está la documentalista Liz Garbus, quien abre puertas sin necesidad de cerrarlas, lo que puede dar pie a cierta dispersión que, en el fondo, es una virtud señalada como defecto por críticos despistados. Basada en hechos reales, da un buen puñetazo a la justicia machista. La película está perdida, y nunca mejor dicho, en el menú de la plataforma, como tantas otras muestras de narrativa sugestiva que se pierden en un mar de lanzamientos.
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