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Daniel Guzmán (Madrid, 1973) exorcizó su adolescencia en Aluche en 'A cambio de nada', una historia de iniciación protagonizada por chavales que sisaban en El Corte Inglés, se colaban en discotecas y procuraban estar en casa lo menos posible para no ver discutir a sus ... padres. El actor echó mano de su abuela de 92 años como actriz para saltar a la dirección en aquella celebrada ópera prima que rebosaba corazón y que obtuvo los Goyas a la mejor dirección novel y mejor actor revelación para Miguel Herrán. Han pasado siete años y Guzmán, que fue grafitero de renombre y boxeador antes de consolidarse como actor, regresa al barrio con 'Canallas', otra crónica de pícaros y supervivientes en nuestra España corrupta, aunque esta vez desde el prisma del humor desaforado.
Presentada a concurso en Málaga antes de que Universal la estrene en los cines el 1 de abril, 'Canallas' arranca con el 'Pobre diablo' de Julio Iglesias y se cierra con '¡Corre, corre!' de Leño, toda una declaración de intenciones. Si el alma de 'A cambio de nada' era la abuela del realizador, la gran baza de su segundo largometraje es Joaquín González, amigo de Guzmán desde los 14 años y sin ninguna experiencia previa ante la cámara. ¿Cómo definir a González, capaz de eclipsar como actor a Luis Tosar y el propio Guzmán? Él dice que es empresario, y en Málaga ha interrumpido entrevistas porque, según él, su socio chino le llama al móvil para tratar sobre un barco cargado de petróleo atracado en Rotterdam. También cuenta que ha invertido dinero en la película y que ha vendido medio millón de mascarillas a Ayuso que se quedaron en el aeropuerto. En 'Canallas' presume de negocios al más alto nivel, pero enseguida descubrimos que está acosado por las deudas y vive en un piso en Orcasitas junto a su madre, una hija campeona española de yoyó y un hermano obsesionado por las artes marciales.
Pues bien, todo es real. Al menos, el piso y la familia de González e intuimos que también las finanzas de este entrañable fantasma, que se mueve en un Opel Corsa de hace veinte años y se disculpa siempre con un «no tengo cash encima». Sus amigos de toda la vida se ríen de los aires de ejecutivo internacional porque saben que vive instalado en la fantasía. Y aún así se meten en chanchullos con este farsante y buscavidas capaz de sablearle a su madre la pensión.
El mérito de Guzmán en 'Canallas' es mezclar actores profesionales con gente que se interpreta a sí misma, aunque toda la historia sea una ficción que incluye a perseguidores chinos, enanos vestidos de torero para cobrar deudas, matones búlgaros y hasta la dentadura de Hitler. «Es una película loca y especial que busca el humor popular y en la que hemos tratado de que no haya parodia ni lugares comunes. Está hecha para reírnos de nosotros mismos, de gente que intenta salir adelante y buscarse la vida», reconoce el director, que rodó más de 250 horas, material suficiente para cinco peliculas que después tardó año y medio en montar. Guzmán sabe que todos conocemos gente como el protagonista. «Todo el mundo me lo dice. Un tipo que se inventa una realidad para soportar sus miserias. Joaquín se cree que vende petróleo y que es rico. Hoy le contaba al productor que ha puesto 500.000 euros en la película. Es la picaresca de España, de gente que se monta su película para soportar la realidad».
Nos podemos reír de este perdedor, pero el personaje no está tan lejos de los especuladores de la España del pelotazo. Solo que a él le ha ido mal. «Lo decimos desde chavales», asiente Daniel Guzmán. «Tú ríete de Joaquín, pero un día hace una de las suyas y se retira. Él sigue viviendo con su madre en Orcasitas, pero a lo mejor un día da la sorpresa en este país donde se engrandece la cultura del pelotazo». 'Canallas' juega con ese aire casi documental en el retrato del personaje, aunque a mitad de metraje lo deja un poco de lado para centrarse en el palo que traman los tres amigos. El retrato del caradura se diluye y el protagonismo se vuelve más coral, con los pobres diablos intentando timar a un poderoso en una farsa con ecos de 'Rufufú, 'Atraco a las tres' y el primer 'Torrente'.
Guzmán, que se ha traído a los amigos del barrio al estreno en Málaga, reconoce que su filme es cine social sin parecerlo. «Es un género estigmatizado, parece que no puedes hacer una comedia popular hablando de lo social. Los ingleses y los franceses lo hacen, lo social no solo es drama y tristeza. En el barrio hay comedia, orgullo y ganas de salir adelante. Mis amigos son taxistas, fontaneros, electricistas… Y desde que se levantan hasta que se acuestan están riéndose. Ellos me ponen en mi sitio, me anclan al suelo, sin ellos no seria nada». ¿Y qué le dicen sus amigos del cine español? «Ja, ja, Les tengo que llevar yo. Dos de ellos me llaman 'subvencionao'. ¿Sabes qué pasa?, les digo. Que de los 3 millones que cuesta esta peli, el ICAA solo ha puesto el 30%, el resto hay que conseguirlo. Como les han bombardeado que el cine español es malo y está subvencionado, se lo creen».
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