![Crash, incómoda y fascinante](https://s2.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/202101/28/media/cortadas/crash-kgxH-U130356628381uFE-624x385@RC.jpeg)
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Toda una grata noticia el reestreno de 'Crash', la cinta de culto de David Cronenberg, veinticinco años después de su lanzamiento por primera vez en la cartelera. Por iniciativa de la distribuidora A Contracorriente podrán verse copias remasterizadas en 4K en más de 45 salas de cine. Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes, donde sembró la polémica por sus imágenes incendiarias, de alto contenido erótico, el filme sigue siendo hipnótico, elevado por los acordes de la banda sonora de Howard Shore. Una película que sigue adelantada a su tiempo, inquietante y excitante. A día de hoy siguen levantándose de la butaca algunos espectadores despistados, y no faltan las risas nerviosas en las escenas de sexo durante su proyección.
La obra de Cronenberg es un cine de ideas más que de personajes, abierto a múltiples interpretaciones, a veces contradictorias. En 'Crash' pretende más que nunca crear un conflicto intelectual en el espectador. Y lo consigue, mediante la exploración de una patología humana basada en accidentes automovilísticos que permite al osado cineasta destilar su atracción por la fusión entre humanos y máquinas, la tan manida Nueva Carne, donde lo orgánico y lo inorgánico se entrelazan. Los coches son aquí la tecnología a través de la cual los personajes buscan un cambio de identidad, reinventan la existencia humana y abren las puertas de par en par a una nueva sexualidad.
El germen de 'Crash' surgió a finales de los años ochenta, cuando un periodista, Toby Goldberg, le pasó al director la novela homónima de James Graham Ballard, escrita en 1973, con una nota que le invitaba a adaptarla a la gran pantalla. En la vorágine del rodaje de 'El almuerzo desnudo' el productor Jeremy Thomas convidó al canadiense a trabajar de nuevo juntos y planeó sobre sus cabezas la posibilidad de realizar una versión del libro, a priori nada sencilla. A la hora de escribir el guión, Cronenberg apenas introdujo modificaciones, respetando el texto, y se centró en lo justo. Así, el esqueleto de la historia no parece tan enrevesado como su plasmación en imágenes. El matrimonio Ballard, James y Catherine (interpretados por James Spader y Deborah Kara Unger), buscan nuevas experiencias fuera de su matrimonio en un intento de mantener la llama de su pasión. Están sumidos en un claro vacío existencial, hasta que una noche James estrella su coche contra otro, donde viaja otra pareja, los Remington. La esposa, Helen (Holly Hunter), sobrevive tras el impacto, pero el marido muere al salir despedido a través del cristal del parabrisas. Los accidentados son ingresados con serias secuelas en un hospital. Momentos después del choque habían experimentado una extraña atracción el uno hacia el otro que evoluciona, una vez dados de alta del hospital, hacia una sucesión de encuentros sexuales que se desatan cuando conocen a Vaughan (Elias Koteas), un individuo que defiende a capa y espada una inusual teoría: los accidentes de tráfico liberan la energía sexual. Los Ballard descubren así una nueva manera de estimulación erótica. El brutal accidente de James abre un nuevo camino en sus vidas que les conducirá a un peligroso mundo dominado por un turbio juego de sexo y muerte.
El rodaje de 'Crash' se desarrolló en Toronto, casi todo en exteriores bajo un cielo gris plomizo, durante diez semanas. Gran parte del metraje se rodó de noche en autopistas que se cerraron para facilitar el trabajo del equipo técnico. La dirección artística apostó por una gama de colores entre el morado y el negro, propios de hematomas, con algunos toques de verdes y azules, mientras el departamento de maquillaje creó prótesis tras estudiar a fondo cientos de fotografías de víctimas reales de choques automovilísticos. El director de fotografía, Peter Suschitzky, creó una atmósfera gélida y perturbadora acorde al tono oscuro del filme, al igual que Howard Shore, que planteó una partitura inquietante, hipnótica y enigmática, de sonidos metálicos.
Los títulos de crédito iniciales de Crash nos muestran sutilmente una sucesión de vehículos que chocan contra el espectador. Vemos de un modo minimalista las luces frontales de los automóviles acercándose mientras las letras de metal están parcialmente abolladas, golpeadas, como si fueran una especie de parachoques o la chapa de la carrocería. De esta manera se anticipa al público la importancia de las colisiones en la cinta. Colisiones entre los propios coches. Colisiones de los personajes entre sí. Colisiones de los protagonistas con su anodina existencia. Colisiones de la propuesta audiovisual, una hábil metáfora del choque entre la tecnología moderna y la psique humana, contra el mismo espectador. Las abundantes escenas de sexo, enlazadas la mayoría de las veces unas con otras por montaje, no son prescindibles, como el grueso de fotogramas subidos de tono que podemos encontrar en el cine convencional. A pesar del planteamiento no resultan repetitivas. Son una constante en el filme, ayudan a avanzar la trama, a desarrollarla, y revelan sucesivamente aspectos de los protagonistas, que de esta manera se exploran e inventan a sí mismos. La sexualidad de los personajes y sus impulsos se ven reflejados con claridad.
En 'Crash', los cuerpos y los coches dan pie a la metáfora. Las embestidas de los coches tienen claras connotaciones sexuales,. La mayoría de los excitantes encuentros suceden en el interior de automóviles, a veces en movimiento. La fusión de la carne y el metal, lo orgánico y lo inorgánico, el hombre y la técnica, llega a su punto álgido cuando los protagonistas practican el sexo en el coche. Los personajes se acarician apasionadamente, como acarician partes del vehículo o su fría superficie metálica. Las maniobras arriesgadas y peligrosas entre coches, con pequeñas colisiones traseras, se asemejan a un cortejo sexual. La locomoción, la energía cinética, provoca estimulación. El carismático personaje interpretado con magnetismo por Koteas es una suerte de gran maestro histriónico que predica «la reconstrucción del cuerpo humano por la tecnología», entre otras frases proféticas. «El accidente de coche es fecundador y no destructivo. Una liberación de energía sexual», comenta en uno de sus diálogos incendiarios el excéntrico visionario, que encuentra satisfacción morbosa en la contemplación de heridos y fallecidos en accidentes mortales, ya sea en vivo y en directo o en fotografías que en ocasiones él mismo hace. Son obras de arte que se recrean con placer de voyeur en la muerte, reflejada sobre la chapa retorcida y la tapicería ensangrentada.
Vaughan, cuyo coche es descapotable, grande y espacioso (sin complejos), hasta el punto de servirle de vivienda, es el gurú de una secta de acólitos que adoran los accidentes automovilísticos, una tendencia suicida digna de lucir con letras de oro en cualquier manual de psicopatología. En una secuencia donde vemos a sus seguidores, cual familia digna de la parada de los monstruos, congregados delante de un televisor, Holly Hunter se excita sobremanera observando videos de tráfico donde los crash test dummies quedan destrozados tras serios impactos. En sus ceremonias religiosas recrean colisiones desafortunadas de personalidades famosas como James Dean, con el propósito de captar su emoción física y sexual. Realizan representaciones teatrales cuidadas al detalle, alguna con terribles consecuencias. Nuevamente Cronenberg plantea la idea del individuo víctima de un anhelo al que se ve esclavizado progresivamente mientras su conciencia se libera y su existencia se transforma, pero todo acaba precipitándose a un abismo negro donde la racionalidad desaparece y los efectos son escalofriantes.
Para Cronenberg «todos experimentamos para protegernos del caos y la locura». En su filmografía es habitual encontrar un preocupante mensaje: la imposibilidad de sobrevivir intacto a un universo tecnológico en descomposición. En 'Crash' hay claramente una confrontación entre dos fuerzas, retratada bajo un prisma de frialdad sorprendente: Eros (vida) y Tánatos (muerte). El amor, el sexo y la reproducción, por un lado, y la agresión y autodestrucción por otro. Sexo y muerte estrechamente ligados. Los personajes que pueblan la película son emocionalmente complicados y están fuera de los márgenes de lo que podemos entender habitualmente por normal. Viven aislados y se comunican a través del contacto sexual. Son, por tanto, de difícil acceso para el espectador medio. No hay una emotividad a la que se pueda responder sin esfuerzo, con lo cual no es de extrañar que la propuesta resulte incómoda para muchas mentes no acostumbradas a un cine diferente. La película se proyectó por primera vez ante el público en el Festival de Cannes, donde hubo reacciones encontradas. El jurado, presidido por Francis Ford Coppola, galardonó a la película con un premio especial por su audacia y originalidad. En las proyecciones de prensa muchos periodistas se salieron disgustados. La cinta tuvo serios problemas de distribución, especialmente en Gran Bretaña, donde algunos defensores de la moral la tacharon de pornográfica y promovieron su censura. Quizás debido al escándalo, a la postre una bienvenida publicidad gratuita, el público acudió a verla y las recaudaciones fueron sustanciosas en algunos países. Sin duda estamos ante uno de los trabajos más valientes de Cronenberg. También el más abstracto y cerebral. Elimina todo lo accesorio y se concentra en lo indispensable, añadiendo sobrada tensión a sus obsesiones. Las imágenes del filme fluyen gélidas, pero su aspecto helado es inversamente proporcional a su ardiente intensidad. Epatan al espectador sin quererlo. Inquietan. La capacidad del cineasta de reducir al máximo la figuración, de centrarse en un puñado de personajes y crear una atmósfera realista a partir de elementos extraños deriva hacia un loable ejercicio de purificación del estilo cronenbergiano, personal e intransferible. Una obra cumbre, henchida de personalidad, experimental muy a su pesar, que revuelve la materia gris, el estómago y las gónadas.
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