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Ver al comienzo de una película el nombre estampado de Martin Scorsese como productor ejecutivo, respaldando a su compañero de armas Paul Schrader como director, es motivo más que suficiente para ver 'El contador de cartas', otro peldaño de interés en la filmografía del responsable ... del guion de 'Taxi Driver', tras la cámara en obras magnas incontestables como 'Mishima: Una vida en cuatro capítulos' o 'Hardcore, un mundo oculto'. Tras algunos años algo perdido después de deleitarnos con la portentosa 'Aflicción', parece haber recuperado toda su energía con 75 primaveras a sus espaldas.
Encadena tras la destacable 'First Reformed, aka 'El reverendo', otro retrato de un hombre atormentado, un ex-presidiario que va de casino en casino, de ciudad en ciudad, ganándose el pan jugando a las cartas. No se le resisten el póquer ni el blackjack, apostar es el motor de su vida. Dinero en mano, va de de motel en motel recorriendo EE UU. Es un tipo metódico, maniático y extremadamente introvertido. Mostrar sentimientos no es lo suyo, y pronto conoceremos la espeluznante razón de su retraimiento enfermizo. La rutina de la cárcel, en el fondo, le ayudaba a afrontar su atormentada existencia. En la calle, no sabe cómo comportarse para que nadie le haga daño. Es un tipo tan hierático como oscuro e impredecible.
'El contador de cartas' comienza a la vieja usanza, mostrando los créditos principales del filme sobre el tapete verde de una mesa de juego. La música, a ratos repetitiva, fusionada con la contundente voz en off del protagonista penetran en el cerebro del espectador. La inquietud se respira desde el inicio del relato, sin que realmente pase nada siniestro. La sensación de que la situación puede explotar en cualquier momento es constante, una de las claves de esta conseguida propuesta de Schrader, cuya capacidad para adentrase en la mente retorcida de sus protagonistas es excepcional. Aunque no siempre acierte, aquí da de lleno. Son, generalmente, aproximaciones interesantes a dramas viscerales que azotan al ser humano, aquí representados por un monstruo creado por el sistema, arrepentido de sus pecados, que arrastra irremediablemente su culpa sin poder ahuyentarla del todo. El amor será su redención, el altruismo abrirá una grieta en su escudo, pero cuando la violencia anida en nuestro interior es difícil aplacarla.
Schrader nos lleva de la mano por donde quiere. Mueve los hilos cuando parece que vamos a llegar al conflicto final para añadir más información, da un volantazo y resignifica la narración. Con apenas un puñado de personajes logra captar nuestra atención. Los protagonistas se mueven siempre por similares escenarios, sin vida, fríos y extenuantes. Oscar Isaac borda su rol de individuo excéntrico y asocial, que parece pasear continuamente por la escena de un crimen. Quiere perdonar y ser perdonado. 'El contador de cartas' abruma, a pesar de estar cocinada a fuego lento, sin efectismos ni maniobras baratas. Siembra el desazón hasta el final de la partida y acaba con una imagen congelada que por fin nos permite respirar. Y aplaudir.
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