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Cualquier debate sobre la 'ley trans' no tiene nada que hacer frente a la visión de 'Una niña', desde este fin de semana en las salas. Tras diez años rodando documentales, Sébastien Lifshitz (París, 1968) consigue su obra más conmovedora con la historia de una ... familia de Laón, en la norteña región de Picardía. La Francia profunda donde vive el 75% de la población del país y que no suele aparecer en las películas. La pequeña Sasha, de siete años, sabe que es una niña desde que tiene uso de razón, aunque esté atrapada en el cuerpo de un niño. Su madre, Karine, también lo sabe y lucha por aceptar que la vida de su hija no será como la de los demás. En la escuela tampoco les ponen las cosas fáciles. Así que van a París a ver a una médico de la sanidad pública a que les extienda un certificado con un diagnóstico: disforia de género.
No hay ningún espectador que no se conmueva ante las lágrimas de Sasha cuando la doctora le pregunta si sufre en la escuela. Este crítico y padre de un hijo de seis años confiesa que no paró de llorar al ver 'Una niña', al tiempo que entendía quizá por primera vez cómo la lucha por la identidad y la batalla contra la transfobia se gana con gestos cotidianos: un bañador de chica en la playa, un vestido en la clase de ballet. Lifshitz no manipula dramáticamente. Pasó un año con la familia y coloca siempre la cámara a la altura de los ojos de su pequeña protagonista.
«Siempre que es posible, la película adopta el punto de vista de Sasha», explica el director. «La cámara está con ella, lo más cerca posible, a la altura de sus ojos, y eso es lo que nos permite crear un vínculo de empatía y entender por lo que está pasando».
Más de tres millones y medio de espectadores franceses han visto 'Una niña' en el canal Arte y la figura de Sasha ha provocado un debate social sobre los niños trans. La otra gran protagonista de filme es una madre coraje que asiste a la metamorfosis con el vértigo de quien se enfrenta a lo desconocido. Del 'bullying' a las hormonas, de la lucha contra la burocracia al complejo de culpa de una madre que durante el embarazo quería una niña y que ahora descuida a sus otro hijos porque Sasha demanda toda la atención.
El amor de esta familia que somos todos nosotros ilumina un filme que avanza al ritmo de las estaciones y que debe completarse con otros documentales de Lifshitz, al que Zinegoak, el Festival de Cine Gay de Bilbao que se celebra estos días, entrega su premio honorífico y dedica una retrospectiva disponible en Filmin.
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