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Hay una manera de acercarse a 'Agentes 355' y disfrutarla como espectador: tomársela como una comedia involuntaria. Resulta extraño contemplar en pantalla grande un proyecto que nace cansado, fruto de un instinto comercial despistado. Como cine de acción es un completo desastre. La descripción de ... espacios en los tiroteos y la narrativa en el cuerpo a cuerpo es notablemente fallida. Ni el montaje ha podido aliviar la escasez de ideas de una propuesta comandada desde el reparto y la producción ejecutiva por Jessica Chastain, cuya labor frente a la cámara es incontestable pero anda desubicada en su deseo de convertirse en una heroína de armas tomar.
Tampoco brillaba en 'Ava', lo suyo es el drama y otros géneros que ha bordado exhibiendo un carácter exultante que se pierde en manos de una historia mil veces vista que, cuando divierte, es a su pesar. Se antoja estomagante este cruce de superagentes que nace de una idea de la propia actriz y amenaza con convertirse en franquicia, una idea que probablemente caerá por su propio peso en la taquilla. El buen hacer de Penélope Cruz, Lupita Nyong'o, Diane Kruger y Fan Bingbing tampoco se salvan de un naufragio que viven con especial desidia Sebastian Stan y Edgar Ramírez.
'Agentes 355' nace de un hecho histórico que el filme pretende, en cierto sentido, visibilizar, ya desde su título, atendiendo al necesario movimiento herstory. La verdadera identidad de la espía conocida sólo por el nombre en clave 355 es uno de los grandes misterios de la Guerra de la Independencia, quizás el único a estas alturas. La agente desempeñó un papel fundamental en la red de espionaje Culper de George Washington, ayudando a transmitir información esencial sobre las tropas británicas a los generales estadounidenses. Una mujer invisible, de vital importancia en el transcurso de unos hechos reales. a la que se alude directamente en la película en una de sus escenas más significativas durante el desenlace.
Sin embargo, la loable intención empoderante deviene caricatura debido a un guión construido a base de clichés y una dirección desnortada capitaneada por Simon Kinberg, quien ya colaboró con Chastain en la insulsa 'X-Men: Fénix Oscura'. Como en toda aventura de agentes especiales que se precie, hay numerosas localizaciones por todo el planeta, mucho escenario para tan poco ruido. El transcurrir del tiempo es absolutamente arbitrario, hay saltos llamativos que dejan descolocado al espectador, por muy entregado que esté a un tipo de cine que tiene los días contados. Es difícil que encuentre su público una apuesta tan falta de personalidad que se apoya únicamente en un casting de infarto que no baila al mismo son en una fiesta cuyo argumento da para dos líneas: alguien roba un disco duro que puede dominar el mundo gracias a las nuevas tecnologías y en un acto de sororidad varias mujeres superespías unen fuerzas para acabar con la amenaza. La excusa perfecta para ofrecer lo que no ofrece esta perdida iniciativa.
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