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¿Ir al cine ya no es lo mismo? El espectador multipantalla
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Los estrenos bajo demanda en varios soportes acaban con ritual de sentarse en la butaca y dejarse hipnotizar por el haz de luz del proyectorPor fin ha bajado el IVA en las entradas de cine, una de las noticias más esperadas por el sector audiovisual en tiempo, aunque, a la hora de la verdad, probablemente no signifique ningún cambio notable en las cifras de taquilla. Los ... precios han bajado ligeramente, pero el problema del descenso de público en las salas de exhibición no es únicamente económico, se ha descuidado la costumbre. Ir al cine como forma de ocio ha perdido la batalla frente a otras ofertas de entretenimiento. No se valora igual que antaño el ritual de sentarse en la butaca y dejarse hipnotizar por el haz de luz del proyector. Están cambiando los hábitos del público. Ahora podemos ver estrenos directamente bajo demanda vía Internet en varios soportes.
A través de la tablet, el celular o la smart TV se nutre el actual espectador multipantalla, el mismo que puede mantener diferentes ventanas abiertas en varios dispositivos y devorar un rosario de piezas simultáneamente con la consiguiente fragmentación visual. En la era de la sobrecarga informativa, la atención que prestamos a una serie, una película o un video en YouTube depende del vaivén del buffering y el empeño de nuestra vista. La paciencia se mide en porcentajes de barra, programada en horizontal. De un lado saltamos a otro, sin rechistar. Podemos empezar buscando un videotutorial sobre cómo arreglar el mando de la Playstation para acabar cinco horas después en un site que no tiene nada que ver viendo cortos de animación de los años 30.
Vivimos en la era de la sobrecarga informativa, estrangulada por el deseo de inmediatez. Concentrarse cuesta cada día más. Nos rodea el todo y la nada. El cine sufre especialmente esta dispersión mental. Lejos de la sala oscura parece un acto en desuso el hecho de ver exclusivamente una película delante del televisor, el ordenador, el iPad o cualquier otra plataforma, sin otra tarea entre manos que nos distraiga. Se lleva afrontar en paralelo varias labores a la vez que reclaman nuestra atención, dando como resultado la diseminación de lo que vemos.
Por poner un ejemplo obvio, es imposible entrar en el juego de un cineasta personal como David Lynch, prenderse de sus intenciones, si visionamos su obra mientras cumplimos con las obligaciones del hogar o trabajamos frente a otro monitor situado en el mismo campo de visión, con varias ventanas abiertas. Si la propuesta es poco o nada convencional, alejándose de lo puramente visual, es más que probable que no lleguemos a empaparnos de la fiesta si no le dedicamos nuestro tiempo con cierta lógica. ¿Qué puede quedar en nuestra memoria de «Ciudadano Kane» si pasamos de su escena inicial? Hay quien entra al patio de butacas pasado un cuarto de hora. ¿Nos emocionaría igual cualquier clásico de Hitchcock si nos perdemos la trama?
El creador de hoy debe luchar contra el caos multipantalla para conectar con el público. Ni siquiera los cines se libran de la posibilidad de aislar la mirada. Sin entrar en detalles sobre la falta de educación del espectador medio, que se comporta en la sala como si estuviera en su casa, hablando a voz en grito mientras echa mano del móvil y tira comida por el suelo, hay ejemplos cercanos de títulos que necesitan especialmente una atmósfera de recogimiento para disfrutar del espectáculo en toda su plenitud.
'Un lugar tranquilo' es una de las mejores muestras de cine de horror de consumo de la temporada. El filme describe la angustia de una familia que vive en una casa en el bosque sin emitir ruido alguno. La razón es que unas misteriosas criaturas se guían por el sonido para cazarles. La supervivencia de los protagonistas depende del silencio, una premisa atractiva que no se pierde por el camino y tira de trucos bien orquestados para atemorizar al espectador.
Sin embargo, si no hay paz en la sala la propuesta pierde fuerza. La ausencia de sonido es su principal baza a la hora de generar tensión. La ausencia de oscuridad tampoco ayuda a vivir las sensaciones que plantea, con lo cual verla en casa también requiere un esfuerzo que no siempre se lleva a cabo. 'Tiburón' no sería considerada una obra maestra si únicamente atendiésemos a las secuencias donde sale el escualo. Hay mucho más en los diálogos y una labor excepcional de montaje.
Estamos llegando a límites insospechados. Hay quien presume de ver las series aumentando la velocidad del visionado para acabar antes. A esta manera de consumir material audiovisual se le llama «speed watching». Acelerando el reproductor se ahorra tiempo pero se pierde mucha información por el camino, algo que no parece importar a una audiencia que se deja llevar por el caos visual. Importa más ser el primero en comentar la última película estrenada directamente en Netflix que disfrutar con su narración.
Desaparece totalmente el ritual de inmersión, algo que las salas de cine deben cuidar y reivindicar. «Se consume diferente, se presta menos atención y hay una tendencia a no hacerlo en una sala y en pantalla grande», cuenta el cineasta Koldo Serra, que acaba de rodar su próximo largometraje, '70 binladens', sin saber por qué vía se verá más. «Las nuevas tecnologías han hecho que se pierda cierto respeto a la hora de enfrentarse a una película en una sala. Por ello, cada vez es más fácil encontrarse con gente mirando el móvil, leyendo el whatsapp e incluso contestando a llamadas».
Se está desperdicieando la liturgia de ver películas en pantalla grande. Somos incapaces de aguantar la vista y permanecer sosegados frente a lo que nos están contando. Serra, director de 'Bosque de sombras' y 'Gernika', tiene claro lo que busca al pasar por la taquilla: «Salir de casa, sentarme en un lugar que no es mi sofá, la oscuridad de la sala y, sobre todo, apagar el móvil sabiendo que voy a desconectar dos horas. En casa a veces no lo hago, y es evidente que la experiencia no es total. En un cine, el diálogo con la película es lo único. Hasta que el de la fila de delante usa el móvil y te saca de la película».
Javier Asenjo, productor y distribuidor, se aleja del fatalismo y confía en las nuevas concurrencias: «El boon del cine de género que se está produciendo en salas muestra que la gente joven también tiene el hábito de disfrutar del cine», explica desde la oficina de Deviaje Produce. «El mayor cambio de hábito que se está produciendo en este momento a la hora de ver cine es la oferta a través de las múltiples plataformas a las que tiene acceso el consumidor. Hoy en día se puede disfrutar de la experiencia de ver una película en diferentes dispositivos y a mi todo me parece legítimo, cuantas mas maneras haya de acceder al visionado de una película creo que se puede atender a la demanda de un mayor número de público y de diferentes tendencias. El mayor reto al que se enfrenta la industria en este momento es a la coexistencia de estas ventanas».
«Creo que las salas tenderán en el futuro a eventificar la experiencia de ver una película en el cine», continúa Asenjo. «Y a que esa experiencia cuente con un plus para hacer que el espectador salga de su casa y vaya a disfrutar de una película a una sala. Con eventificar me refiero también a la sala en sí, ya existen ejemplos de experiencias vips, salas para disfrutar con tus hijos mientras juegan, con restaurante y demás». La Fiesta del Cine es un ejemplo, aunque despierta filias y fobias por el denunciado comportamiento no siempre civilizado de la audiencia.
«Como oferta puntual funciona en el sentido de que hace que un tipo de público que no suele acercarse a los cines con regularidad vaya a disfrutar de esa experiencia», puntualiza Asenjo sobre La Fiesta del Cine, aunque Koldo Serra prefiere «estar prácticamente solo en la sala, sin que nadie te moleste, de ahí que frecuente las sesiones matinales». Como oferta de ocio, la exhibición cinematográfica puede volverse cada vez más elitista por la política de precios y descuentos, cada vez más caótica.
Además, son muchos los cines que no cuidan la proyección, ni siquiera el enfoque de las imágenes, a pesar de contar con avances técnicos, algo esencial para mimar al público. «Por desgracia, en las dos últimas décadas hemos perdido la oferta cinematográfica que ofrecían las grandes ciudades en favor de una programación fotocopiada y ubicada principalmente en centros comerciales», resalta Nacho Cerdá, cabeza visible de Phenomena, un cine espectacular situado en Barcelona donde se cuida hasta el más mínimo detalle. «El cine de proximidad se ha perdido, y lo que es peor, en todas partes ofrecen lo mismo y de la misma forma».
Recuperar la esencia que antaño hacía amar el cine como espectáculo público, vivir totalmente la experiencia cinematográfica, es el principal objetivo de Phenomena. «Tratamos de cuidar siempre lo que proyectamos y cómo lo proyectamos», subraya el máximo impulsor de la iniciativa.
«Queremos que el público se sienta cómodo y considere que ha hecho una buena inversión de su tiempo libre y dinero. Nuestro personal tiene un trato muy cercano y familiar con el fin de conseguir ese objetivo. En nuestro local puedes ver películas de cualquier época y condición, incluso estrenos, en las mejores condiciones posibles, con la mayor comodidad y tecnología actual. Además de una decoración icónica, hemos dotado al local de proyectores de 70 y 35 mm, Digital 4K, 3D, sonido DTS, SDDS y Dolby Atmos. En fin, que aquí puedes experimentar de todo y en un pantallón de 15 metros. La mayor satisfacción ha sido comprobar como el público repite y te confiesa lo mucho que se ha perdido en los últimos años debido a una exhibición precaria en cuanto a calidad y trato personal».
Ojalá los espectadores de hoy y del futuro valoren lo expuesto y el cambio de hábitos no signifique romper el ritual del cine, ya sea en la propia sala de exhibición o en el salón de casa.
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