Secciones
Servicios
Destacamos
borja crespo
Jueves, 28 de septiembre 2017
La filmografía de Darren Aronofsky (Nueva York, 1969) se antoja peculiar y ecléctica, errática a ratos, siempre polémica. A priori sus películas no se parecen entre sí, tampoco su resultado, pero el inquieto cineasta sabe dejar siempre, de alguna manera, su personal impronta. Su ópera prima, 'Pi, fe en el caos' (1998), rompió moldes. Un trallazo de bajo presupuesto con mucho talento latente, difícil de domar.
Muchos se vieron hipnotizados por su siguiente filme, 'Réquiem por un sueño' (2000), de cuidada estética, un alegato contra las drogas. Para algunos, una obra magna. Para otros, cine de postal, excesivamente moralista, incluso reaccionario. Lo que queda claro es que el chico de Brooklyn quiere lucir con valentía la etiqueta de autor, caiga quien caiga.
Su obsesión por demostrar ante todo su diferencia frente al resto le llevó a pinchar con 'La fuente de la vida' (2006), un filme tedioso que le quedó demasiado new age, rozando el ridículo en algunos pasajes con Hugh Jackman caracterizado como gurú del mindfulness antes de que se pusiese de moda, un despropósito que supo contrarrestar con la premiada 'El luchador' (2008) –León de Oro en el festival de Venecia-, una pieza realizada a mayor gloria de Mickey Roorke que no se andaba con chiquitas. Dejó boquiabierto a más de un detractor con el retrato visceral de la decadencia de un deportista de éxito en horas bajas poniendo toda la carne en el asador. Curioso que su filme más realista sea el más aplaudido.
Su nombre sonó para la adaptación de 'Watchmen', el cómic maestro escrito por Alan Moore adaptado finalmente por Zack Snyder con más fortuna de la que algunos creen. También estuvo trabajando con el mismísimo Frank Miller, artista completo del noveno arte, para convertir en imagen real 'Batman: Año Uno'. El proyecto se cayó por el camino y Christopher Nolan respiró tranquilo.
Llegó el éxito de crítica y público de la mano de 'Cisne negro' (2010), con cinco nominaciones a los Oscar, entre ellos Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actriz para Natalie Portman (que se hizo con el galardón tras llevarse el Globo de Oro). Aronofsky cuenta con una legión de acérrimos seguidores que aplauden todo lo que firma con su sello. Hay que agradecer al cineasta su atracción por el cine de género, con el que juega a su antojo con mayor o menor acierto. En esta ocasión apostó por el thriller psicológico, esgrimiendo la historia de una obsesión que llevaba a la protagonista a un estado de absoluta locura que se veía reflejado de manera hipnótica en las imágenes del filme. Con guión ajeno –tomemos nota-, el director de 'El luchador' buceaba en el lado oscuro del ser humano presentando la historia de una bailarina demasiado absorbida por su pasión. Una pasión devoradora que la llevaba a vivir una pesadilla donde la traición, la rivalidad, la sensualidad y el amor formaban parte de un cóctel inquietante incapaz de dejar indiferente al espectador.
Con el mundo del ballet de la ciudad de Nueva York como telón de fondo, 'Cisne negro' cuenta la historia de Nina, una joven bailarina entregada cuya existencia está totalmente absorbida por la danza. Su vida sufre un bajón cuando está preparando una adaptación del clásico 'El lago de los cisnes' y puede ser relegada del papel protagonista por otra aspirante. El director de la obra, Vincent Cassel, mostrando de nuevo su indudable carisma en la gran pantalla, busca a alguien capaz de interpretar tanto al Cisne Blanco, con inocencia y elegancia, como al Cisne Negro, que representa la astucia y la sensualidad. La protagonista se deja llevar por las sombras para poder afrontar ambos roles, hasta el punto de perder los estribos. El filme es un escalofriante viaje interior que revela los recovecos de un ser aparentemente frágil que esconde un instinto animal que se asoma para desbocarse. El bien y el mal enfrentados, de una manera diferente.
Lo mejor de 'Cisne negro', que tiene presente en todo momento el giallo italiano de Argento y compañía, es cuando se deja llevar por el delirio, virtud que Aronofsky no consigue rematar en 'Mother!' (2017). El filme protagonizado por una exuberante Portman mantiene al espectador pegado a la butaca cuando se deja llevar por las intensas emociones que mueven a los personajes principales, todo lo contrario a 'Noé' (2014), el siguiente paso en la carrera de Darren, de nuevo un traspiés, una superproducción de 130 millones de dólares que contenía escenas rematadamente absurdas, a la postre un tormento para el espectador. Russell Crowe encabezaba el casting de una pieza cuyo mayor defecto era creerse demasiado a sí misma. El show no funcionaba pero remarcó el carácter mesiánico de un director que quiere ser autor por encima de todo, incluso de la narración y su calidad.
Le cuesta responder por sus actos, se muestra orgulloso, la arrogancia va en su contra, aunque sigue sorprendiendo cuando menos lo esperamos. Tampoco es el caso de su último estreno, una supuesta apuesta por el terror que se queda a medio camino, embriagada por su propia condición de cine de culto antes de ser visto. Un filme tramposo e incómodo, en el mal sentido, aburrido y pretencioso que se revela como una lección de teología barata, en todo menos el presupuesto. Se salva cuando remite a Polanski y 'La semilla del diablo', pero pierde fuelle cuando quiere ganarlo, representando el Apocalipsis cinematográfica más llamativo de los últimos tiempos, creativamente hablando.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Clara Alba y José A. González
Alberto Gil | Logroño
Juan Cano, Sara I. Belled y Clara Privé
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.