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'Algo muy gordo' ya jugaba con nuestras expectativas desde que se anunció su rodaje en el Festival de Málaga de hace un par de años. El popular Berto Romero iba a protagonizar una comedia en la que daba vida a un guionista ... obligado a volver a su infancia, en la que había sido un niño gordo, al descubrirse que no había aprobado la EGB. La película parecía el salto al cine comercial de Carlo Padial, un director barcelonés conocido por sus experimentos con el humor en piezas de YouTube y largometrajes como 'Mi loco Erasmus', de cierto culto en ámbitos underground.
La broma por fin se desvela y 'Algo muy gordo' llega a las salas para provocar la perplejidad del espectador no avisado que, guiado por la figura de Romero, espere un divertimento para todos los públicos. En realidad, este filme kamikaze se inscribe en lo que se ha venido en denominar posthumor, una tendencia en la que no se busca tanto la sonrisa sino el desasosiego y el análisis de los mecanismos de la risa.
Así, 'Algo muy gordo' se asemeja al 'making of' de la citada comedia, en el que su protagonista no se quita el traje de captura de movimiento y aparece suspendido frente a un croma verde que después presumiblemente se llenará de efectos especiales. Padial diserta sobre el proceso de creación cinematográfica, la soledad del cómico y el caos de un rodaje. La broma inteligente daría para un corto, pero no para un largometraje muy aburrido que provoca la molesta sensación de que sus responsables son demasiado listos.
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