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Padre de artista

Cuando tenía cuatro años fui la estrella indiscutible del festival navideño de las Monjitas; aun así, me quedé con el regalo de palo

Alfonso R. Aldeyturriaga

Sábado, 24 de diciembre 2016, 10:16

Quien nace artista muere artista. Y lo mejor, ojo, aunque ya se habrá dado cuenta si es padre de artista, el artisteo se hereda. Por eso estos días (bienaventurados quienes se libran del festival navideño de guarderías y colegios, más que nada para ahorrarse la ... ración de nervios y disputas innecesarias con los padres de otros artistas), uno rescata de la memoria los tiempos en los que se consagró (sí, me consagré) como la estrella indiscutible de las Monjitas, que así se denominaba coloquialmente a esa especie de preescolar en el que las transgresoras hermanitas ya hacían sus pinitos con la cocina fusión, poniendo de guarnición de la carne trozos de manzana en forma de patata frita y unas onzas de chocolate para acompañar el pedazo de pescado que se había hecho bola y no había forma humana de tragar. Pero eso es harina de otro costal. Hoy hablamos de artistas. Hablamos de esa función navideña en la que todos los niños son pastorcitos por un día. Y en la que todos vamos a Belén. Bueno, todos no, porque aquel día solo llegué yo.

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