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Al presidente, sin embargo, son otros asuntos los que le quitan el sueño o, cuando menos, se lo incomodan: la sola idea de coaligarse con Unidas Podemos, de socio preferente a pieza a abatir. Aunque, como él solo se tiene en cuenta a sí mismo, poco (o nada) se interesa por saber qué tal duermen los presidentes autonómicos y alcaldes del PSOE tras los pactos de cama política de los que él huye.

Con qué franqueza se abrió a los españoles el jefe del Ejecutivo en funciones. Y con qué cobardía. Pues luego son Celaá o Calvo las llamadas a partirse la cara por un jefe mentiroso, ególatra, enamorado de su ego, trilero, que ha jugado con el país durante meses, lo tiene paralizado y ha condenado a los pensionistas, el eslabón más débil de la cadena social, a profundizar en su precariedad.

Un tipo arrogante, divino, que se ha retratado: él no deber ser ungido para ver encanecer sus patillas tomando las medidas necesarias que permitan a los españoles dormir bien. No, no, al contrario: somos los ciudadanos los que tenemos que volver a las urnas y pagar otro millonario desvarío electoral para que el apolíneo gobernante descanse a pierna suelta. ¿Cabe más desahogo? Pues sí: maquinar un salto a la política nacional de 'Más Madrid' que no le deje pegar ojo a Pablo Iglesias. Qué turbadoras madrugadas se esperan por Galapagar y qué plácidas por Moncloa.