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Ya saben que para señorear parte del nuevo Gobierno a las tierras de La Rioja llegó un presunto caballero de la Mancha al que llamamos el Zorro. El único talento conocido de Mario Herrera era su pericia en el insulto en esa cloaca que llaman ... twitter. El Zorro alcanzó su podio por llamar zorra a una mujer política, la ofensa más miserable que cualquier machista dedicó jamás a las mujeres. El siguiente hito a la celebridad del flamante miembro del Gobierno riojano fue en Nochevieja, cuando dejó su BMW abrazado a un árbol y huyó sin dejar explicación alguna pero sí un hedor a incumplimientos. El Zorro lanzó un tuit y después, silenció. Si el Zorro hubiera practicado los principios éticos que predicaba habría dimitido ese día y se le habría alabado la coherencia, el mejor atributo de un político honesto. Todos los partidos, incluido Podemos, pidieron su dimisión desde el primer momento. Nunca vi en La Rioja tanta sintonía entre la política y la calle.
Al no hacerlo, Herrera demostró la naturaleza real de su dedicación política. Su silencio ignora el significado de la decencia en el servicio público, pero aclara que pertenece a esa casta que considera la política un gran pesebre en el que sin ser nada algunos creen que son alguien. El Zorro y la consejera Raquel Romero, para llegar a ser parte del Gobierno de Concha Andreu, forzaron la cuerda al margen de su propio partido. El daño que la decepción ha hecho a su Gobierno es irremediable. Creyendo que la política es un juego ha pasado casi un mes parapetado tras un embuste ignorando que las aguas cuando bajan cargadas arrastran hasta el puente Mantible. ¿Si caen los símbolos, no han de caer los oportunismos? El Zorro ha tenido que dimitir porque temblaba el chiringuito de Raquel Romero. El sismógrafo de la Corte riojana anunciaba terremoto.
Así que el astuto Zorro tuvo una idea y, abusando del logotipo gubernamental, se grabó en un vídeo como héroe del antifascismo. La insólita actuación casi produce risa así que los riojanos lo han recibido entre boquiabiertos e incrédulos. ¿Cuántos políticos han resistido en silencio amenazas ciertas, siempre condenables? No banalicemos el mal. El Zorro, experto insultador, conoce el precio y el daño de la injuria. Puede que yo esté equivocada al creer que la política es algo más noble en este reino de imposturas y, sin saberlo, pertenezco a las hordas fascistas que creen que el Zorro hace un mes que debió abandonar la política para no volver jamás a ensuciarla. En fin, que Herrera, antes de irse, ha querido dar la campanada. Lo ha conseguido, ha sido peor el remedio que la enfermedad. Su forma de despedirse ha hecho más daño al Gobierno de La Rioja que su silencio. De momento, colorín colorado, pero mucho me temo que este cuento de falsarios caballeros todavía no ha acabado.
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