M ediado el año 19 las trompetas anunciaron en La Rioja un nuevo gobierno. De tierras próximas y lejanas llegaron para integrarlo personajes de desconocidos talentos. De la Mancha llegó un caballero, al que llamaremos «el Zorro», blandiendo un libro de fábulas de Esopo para ... inspirar a la única diputada de Podemos. Le hizo saber que su voto era un tesoro al que debía poner un alto precio. El Zorro que conoce la diferencia entre zorro y zorra iluminó la intervención de la diputada en el foro evocando la fábula del «cabrón y la zorra». Así que Romero votó en contra de la candidata a la presidencia. El auditorio quedó atónito y los ciudadanos, perplejos. Raquel Romero y el Zorro desafiando a su propio partido negociaron su trocito de gobierno. Perdonados los desaires, Concha Andreu llegó al palacete del Espolón. Romero no había de ser menos y se instaló en el palacio de Chapiteles. Es difícil precisar que hacían Raquel Romero, el Zorro y sus caballeros en el palacio conquistado con tanto menosprecio.

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Habiendo quedado claro que no hay intención de dimitir, solo queda el cese. Esperar a que escampe no parece aconsejable. Si la consejera no lo hace debe actuar la presidenta. No le tembló la mano cesando a su propio secretario general y a compañeros de su partido sin mediar ningún escándalo. ¿De verdad, Raquel Romero y el caballero que llegó de tan lejos pueden hacer temblar el gobierno? Aunque así fuera, la dignidad y la ejemplaridad son lo primero. La diferencia con los anteriores debe demostrarse con hechos. Sinceramente, creo que Andreu no tiene más remedio que cesar a Romero. La coherencia fortalece más que el miedo.

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