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Pocas horas después de haber sermoneado a mis herederos en la inconveniencia moral de cimentar sus aspiraciones en deseos perversos para un tercero, así sea persona, animal o cosa, me veo a mí ante la Noticia salivando como Carpanta delante de un asador de pollos. ... La Noticia fue durante toda la tarde de ayer la caída mundialmente generalizada de WhatsApp, Facebook e Instagram. Mas no me regaló ese instante que este monipodio virtual se dejase en el trance algunos millones de dólares o de bitcoins. Allá cuidaos. Esas pérdidas no serán, en ningún caso, mi beneficio (lo que no deja de ser una pena). El rapto de regocijante malignidad, como de Blofeld de 007, me asaltó cuando imaginé a millones de bípedos racionales, de toda clase, edad y condición, enfrentando desesperados la abstinecia. Millones de yonkis de esa irrealidad sociodigital sin acceso a su dosis. El fin del mundo. (También me entraron una ganas enormes de mandarle a Zuckerberg el emoji de fuck you con un me gusta como un piano de cola de grande, lo confieso).
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