La vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, la número dos de la Generalitat valenciana Mónica Oltra, la portavoz de Más Madrid Mónica García y la portavoz del Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía en Ceuta Fatima Hamed Hossain se citaron ... el sábado en Valencia en un encuentro denominado 'Otras Políticas'. El lema reivindicaba para las mujeres una manera mejor de proceder en la esfera pública. Pero el discurso etéreo en planteamientos y compromisos que ofrecieron las reunidas no contribuyó a asentar expectativas sobre un cambio de alcance a la izquierda del PSOE. Ni siquiera el desbarre de Pablo Casado al calificar el acto de «aquelarre» y el de Isabel Díaz Ayuso al mencionar el burka y el comunismo permiten darle entidad. Mientras, las protagonistas eludían concretar sus intenciones y se distanciaban de cualquier propósito político con siglas.
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La llamada de Yolanda Díaz a alentar un proyecto «sin egos y sin partidos» resulta de entrada fallida. Porque solo desde el ego puede aspirarse a entablar un diálogo con los ciudadanos sin intermediaciones organizadas que se pretenda ganador a año y medio de que se inicie el próximo ciclo electoral. Y solo desde una mínima implantación territorial puede afrontarse la sucesión de comicios autonómicos, locales y generales que nos espera. Sobre todo, ante la eventualidad de llamamientos adelantados a las urnas en Andalucía o Castilla y León.
Podemos se demoró hasta ayer para pronunciarse sobre un evento que excluyó a Irene Montero y Ione Belarra, ambas ministras, para inclinarse finalmente por una valoración inevitablemente positiva de lo ocurrido en Valencia. La designación de la vicepresidenta segunda como próxima candidata a La Moncloa por parte de un Pablo Iglesias dimisionario condiciona de tal manera a los morados que no pueden más que adherirse a los planes de ella en la presunción de que los tiene. Pero la fricción latente entre las dirigentes de Podemos y Díaz anuncia un desgaste imposible de soslayar con medias palabras. Ello cuando Pedro Sánchez se debate entre la necesidad de contar con algo sólido a su izquierda y el deseo de que la responsable de Trabajo no se venga arriba. Y cuando las «otras políticas» tratan de asegurarse la continuidad en el poder. El encuentro de Valencia no mostró la suficiente entidad como para convertirse en eje de un escenario político inédito.
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