Secciones
Servicios
Destacamos
Un amigo con el que comparto desde la infancia la fascinación por la estética de los guerreros apaches, me ha enviado referencia de la poco conocida batalla de Tucson. Esa fascinación nació de los apaches auténticos de 'La diligencia' y de la partida de Sierra ... Charriba en 'Mayor Dundee', pero sobre todo de los que dibujaba Moebius (que llevaban revólver al cinto) para los cómics del teniente Blueberry. Esa primera batalla de Tucson se libró en 1779 entre la partida de guerra apache del jefe Quilcho y lanceros españoles. San Agustín de Tucson formaba parte de la provincia de Sonora, perteneciente al Virreinato de Nueva España. Dos elementos de aquel combate me han traído al presente algo de las lejanas fascinaciones: que fuera en el siglo XVIII (las guerras indias las asociamos al XIX), una década antes de la Revolución Francesa, y que el escuadrón de caballería española que derrotó a los apaches estuviera formado por dragones de cuera, llamados así por sus corazas de cuero endurecido.
Ese campo de batalla de Tucson me ha hecho recordar la novela del mejicano Álvaro Enrigue 'Ahora me rindo y eso es todo'. En su primera página, hay una idea descriptiva, más mental que física, que me encantó por lo mismo que todo lo anterior. Dice de un pueblo, Jano, que le pusieron ese nombre porque tenía dos caras. «Una miraba al imperio español desde uno de sus bordes, el lugar donde empezaba a borrarse. La otra miraba al desierto y sus órganos: Apachería». La Apachería, el vasto territorio de la nación apache al norte y al sur de Río Grande. Los apaches mejicanos, que hablaban español y muchos de ellos eran cristianos; al igual que Gerónimo, el caudillo apache más famoso y conocido, aún más que Cochise y Mangas Coloradas.
Gerónimo (1829-1909) o Goyaalé (el que bosteza, en lengua apache), es importante en la novela y en la Historia. En libros militares, se considera que capitaneó la mejor caballería ligera del mundo. En 1886, tras su huida de una reserva al frente de tan solo 30 guerreros y llegar hasta Sierra Madre, Gerónimo se entregó al ejército norteamericano y al hacerlo sintetizó su pasado y su futuro en dos cortas frases: «Antes me movía como el viento. Ahora me rindo y eso es todo». No hacía falta decir nada más.
Enrigue lo retrata en su postrero confinamiento, sometido a duras condiciones en la helada reserva de Oklahoma. Está viejo, enfermo y esgrime un cáustico sentido del humor. En sus últimos años, lo sacaron de Oklahoma un par de veces para exhibirlo en exposiciones (Universal y Panamericana). En su puesto, vendía abalorios y firmaba fotografías suyas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.