Y ahora, el 26M
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Si alguien duda de que Europa, con sus luces y sus sombras, no nos ha transformado, se equivoca o mienteApenas recuperados de la campaña y resultados de las elecciones generales del 28 de abril, estamos abocados a las del 26 de mayo que son, ni más ni menos, triples o incluso cuádruples en algunas comunidades autónomas. Ahora debemos decidir quién estará al frente de ... ayuntamientos, Parlamento europeo y, en algunos casos, diputaciones y parlamentos autonómicos a los que les corresponde en este momento someterse a proceso electoral.
El panorama es complejo y poliédrico. Frente a decisiones de voto basadas en la calidad personal de los candidatos/as más que en la de su adscripción política, como suele observarse especialmente en municipios pequeños y medianos, otras decisiones sobre estamentos alejados del espacio personal, precisan estar más fundamentadas en una perspectiva amplia y racional de la realidad que en las emociones y personalismos que parecen impregnar el diseño de unas campañas electorales tan relevantes para nuestro futuro democrático y de progreso.
En efecto, los titulares dibujan algunas de estas campañas casi como contiendas entre buenos y malos en las que los candidatos, en lugar de la defensa de programas basados en el liderazgo y carisma político que ofrezcan ideas o medidas para afrontar los retos de nuestra sociedad, parece que inciten a una opción dicotómica entre el bien y el mal.
Entre ellas, la de Europa está casi eclipsada por las otras elecciones más cercanas, en una campaña también polarizada y de clara conducción hacia lo emocional para interesar a un electorado que no está aún polarizado pero si desencantado o desorientado sobre nuestra macroidentidad.
Quizás el debate no debería estar tan dirigido a si Europa camina hacia la autodestrucción sino hacia cómo queremos que sea para permitirnos ser más fuertes. Si alguien duda de que Europa, con sus luces y sus sombras, no nos ha transformado se equivoca o miente: nos ha aportado movilidad educativa, económica y social, una moneda compartida para ello, conciencia medioambiental, mayor cercanía entre los países que la configuran, austeridad a veces necesaria, y también progreso. Como cualquier entidad viva, Europa se transforma, pero también se transforma el infante en adolescente y adulto, y no por ello dejamos de quererle y cuidarle. Quizás sea el momento de afrontar conjuntamente los desafíos comunes que la envuelven (y nos envuelven): los vecindajes hostiles como el de Rusia, los ataques a los derechos que defiende, ralentizar el cambio climático, revitalizar una economía que nos ha impulsado, hacer frente a otras economías emergentes o invasivas, los abandonos, etc.; lo cual reclama que miremos hacia ella en positivo y con interés.
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