Año 2043. Sala de espera del Paraíso, abarrotada. La pantalla llama al siguiente y un anciano con pelaje de fregona canosa se acerca a la portería, controlada por un resplandeciente serafín. —Bienvenido, señor, ¿ha tenido buena ascensión?

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—¿Perdone?

—Que es dirigeixi a mi en llengua catalana, si us plau.

—A ver... ¿usted no es Carlos Puigdemont, natural de la provincia española de Gerona?

—No, miri, sóc Carlas Puchdemón, l'honorable president de la Republica Sobiranista de Catalunya.

—Lo siento, pero aquí figura como ciudadano español y así debo tratarlo.

—¿¿Espanyol?? ¡Aixó es una vergonya! Exigeixo parlar amb el seu cap, ¡inmediatament!

—Mire, Carlos, hay mucha gente esperando, o me habla en cristiano o llamo a una pareja de potestades para que lo metan en el Limbo hasta que aprenda el catecismo, ¿está claro?

—Bueno, no se ponga así. Decía que quiero hablar con su superior, de tú a tú.

—(El Gran Portero se acerca) ¿Qué ocurre, serafín? La sala está a reventar...

—Nada, don Pedro, había un problemilla con este caballero, pero ya está resuelto.

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—Solo quiero que me hablen en mi lengua, que es la catalana.

— Lo sentimos, pero los idiomas oficiales del Reino de los Cielos son el latín y los dos más hablados en la Cristiandad, el español y el inglés. Debería alegrarse por hablar uno de ellos.

—¿Reino? ¡Uff! En fin, ¿puedo entrar ya?

—Pues... aquí consta que es usted un prófugo de la justicia humana, así que no puede presentarse ante la divina. Sólo admitimos legales. Arréglelo y vuelva. Lo siento.

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—¿Lo siente? ¡Pero... ¿quién se cree que es?! Exijo ver a Dios en persona, ¡soc el president de Catalunya, hòstia!

—Disculpe, ¿cómo ha dicho?

—¿Está sordo, abuelo? ¡Que soy el presidente de Cataluña!

—No, eso ya lo he entendido, lo otro...

—A ver, es una forma de desahogarse, no se lo tome a mal, yo soy católico practicante.

—¿Seguro? Según nuestros datos usted apenas oye misa y no se confiesa nunca.

—Vale, pero me siento muy vinculado a los principios básicos del cristianismo...

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—Ya. Político.

—Oiga, ¿me va a recibir Dios o no?

—Me temo que no, precisamente ahora está recibiendo en audiencia a un viejo amigo suyo, Oriol Junqueras, que sí es de misa y comunión.

— ¿¿Yonqueras?? ¡Maleït guenyo!Traïdor, me les pagaràs!

—(Al serafín, en voz baja) A este mándamelo al Purgatorio y que lo encierren con ese otro chiflado español que lleva seis siglos diciendo que es mi sucesor Benedicto XIII, el Papa Luna.

—A la orden, jefe. (Se acercan dos angelones armados con espadas de fuego).

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—Por favor, señor, acompáñenos.

—Pero... ¿al cielo no se entra por ahí? ¿Adónde me llevan?

—Ya lo verá cuando lleguemos.

—No me entregarán a España, ¿verdad? ¡Prefiero el infierno!

—Todo se andará, caballero. Vamos.

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