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Se dice pronto, pero hace 30 años que vivo en Logroño. A los pocos meses de estar aquí, mi hermana Ramoni me escribió una carta en la que me pedía venirse conmigo. A mí me encantó la idea y lo cierto es que desde entonces ... nos ayudamos mutuamente.
Con el tiempo, Ramoni se estableció en esta ciudad y aquí ha formado una familia. Parece que fue ayer cuando nació Pablo, su primer hijo, pero esta semana cumplirá 18 años. Recuerdo especialmente a un niño precioso que no paraba de llorar hasta que lo tomé en brazos y podemos decir que ese día empezó una gran amistad. Casi dos décadas juntos han dado para muchas anécdotas que les he referido en esta misma columna. Pero hoy no les voy a hablar de batallitas de cuando era pequeño sino del presente de Pablo.
Mi sobrino acaba de iniciar sus estudios en Ingeniería Informática en la Universidad de la Rioja y está razonablemente contento con el nivel académico y con sus compañeros. Es un chico normal y corriente aunque yo lo tenga mitificado como también me ocurre con mi padre. Me fascina, por ejemplo, su pasión por la filosofía y la historia. Se pueden ustedes imaginar que en las reuniones familiares nos enzarzamos en interminables discusiones y es difícil rebatirle porque ha leído con detenimiento a Marx, a Kant o a Maquiavelo. Lo cierto es que está más ducho en teorías filosóficas que en la situación actual del país.
Así que debatimos sobre la Revolución Francesa pero no sobre las causas de la subida de la energía eléctrica y sus consecuencias inmediatas (subida del pan, los transportes) o de las medidas casi secretas que está tomando este Gobierno para aumentar la edad de jubilación.
Tampoco hablamos de que las ayudas que llegan de Europa con motivo de la pandemia endeudarán al Estado. Porque él ahora no tiene que preocuparse de esas cuestiones prácticas sino que debe estudiar y seguir formándose.
Todo apunta a que cuando Pablo sea mayor habrá una nueva crisis económica. Cuando yo era joven viví la crisis de los 80 con casi tres millones de parados y en los 90 me tuve que ir de mi tierra porque allí no había oportunidades para los jóvenes .
Bromeando, le he dicho que ya tiene derecho al voto y me ha contestado que si mañana hubiera elecciones no sabría qué papeleta escoger porque ningún partido defiende verdaderamente la igualdad y la justicia. Lo entiendo perfectamente.
Hoy es su cumpleaños y no lo quiero apesadumbrar, solo decirle que ojalá él y ese ejército de jóvenes que piensan como él construyan algo importante para que, dicho sea de paso, yo también pueda votar.
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