VOTAR A LA PERSONA

Además, en estos tiempos en los que los medios audiovisuales y las redes sociales son los vehículos de comunicación electoral por excelencia, es muy importante que el político exponga su programa con un lenguaje que entienda el populacho. Revilla es uno de los ejemplos más conocidos de político profesional que emplea su labia para atraer a los votantes.

Esto, que ocurre en todas las elecciones ya sean generales, autonómicas o europeas, se eleva a la enésima potencia cuando se trata de votar en una ciudad pequeña y, especialmente, en los pueblos. Conozco gente que jamás vota en otras convocatorias electorales esgrimiendo manidas argumentaciones como «a mí la política me importa un pimiento», «yo paso», «son todos iguales», «los mismos perros, con distintos collares», «todos van a meter la mano a la bolsa»... Pero, a pesar de ello, en su pueblo votan. La política local sí les interesa, o más bien, lo que realmente importa es que salga elegido su hermana, su padre o su prima. El programa muchas veces ni se lee o, si se le echa un vistazo rápido, tampoco pasa nada porque no se compartan las líneas generales de la formación política a quién representan. «Qué chorra más da, si yo a la que quiero votar es a mi vecino de viña». Ojo. No lo critico. Seguramente lo hemos hecho todos a lo largo de nuestra vida por diferentes razones.

Lo que realmente es criticable es que en los pueblos y, especialmente en los más pequeños, existen otros intereses. Sencillamente, se deben favores. Y los favores se pagan.