El año que votamos peligrosamente
Un 2019 para recordar ·
«Este 2019 quedará en la memoria como el ejercicio en el que más reiteradamente se ha llamado a los españoles a pasar por las urnas...»Secciones
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Un 2019 para recordar ·
«Este 2019 quedará en la memoria como el ejercicio en el que más reiteradamente se ha llamado a los españoles a pasar por las urnas...»Este 2019 que termina quedará en la memoria del país como el ejercicio en el que más reiteradamente se ha llamado a los españoles a pasar por las urnas, en ocasiones sólo con la esperanza deshacer entuertos endosados por sus presuntos dirigentes. Entre las elecciones ... municipales, las autonómicas, las europeas y las dos generales nos hemos gastado 448 millones de euros, según datos de la Intenvención General de la Administración del Estado. Votar debería ser el mejor síntoma de salud democrática, pero la reiteración de comicios a causa de la incapacidad de los electos para llegar a acuerdos viene a expresar, más bien, todo lo contrario: una más que precaria situación de la estructura política e institucional de la nación.
La nuestra es una de las pocas democracias presuntamente maduras en las que los mismos líderes políticos que han fracasado de manera manifiesta tienen la desfachatez de seguir postulándose en demanda del apoyo de los equivocados electores que no aciertan -torpes, desatinados, erráticos- a ponerles más fácil la formación de un gobierno. Y en esta coyuntura no es de extrañar que el Rey mostrara en el último mensaje de Navidad su preocupación por «el deterioro de la confianza de muchos ciudadanos en las instituciones». Algo inevitable cuando el conflicto desborda los límites del mero cuestionamiento de la representación para sugerir una discusión pertinente sobre la calidad de tantos representantes obcecados en ser generadores de problemas antes que agentes al servicio de las soluciones.
Llegados a este punto, los partidos mayoritarios harían bien en orientar la política hacia los lugares en los que confluyen los intereses de los ciudadanos, lo que supondría poner el foco en aquello que los une y desterrar la destructiva tentación de regodearse en las discrepancias.
En El año que vivimos peligrosamente, el jefe del reportero radiofónico, enviado especial a Yakarta, encarnado por Mel Gibson, le advierte tras una crónica sin demasiada sustancia: «Estás ahí para dar noticias, no para comentar el paisaje». Un requerimiento que bien podrían aplicarse, en la clave que les corresponde, los arietes de las causas políticas que, en teoría, se postulan para hacer frente a las inquietudes de la sociedad y no para entretener a los desconsolados ciudadanos con descripciones más o menos ocurrentes del paisaje político que ellos mismos ayudan a construir reproche a reproche. El año que votamos peligrosamente termina como empezó: con un Gobierno precario a la espera de lo que decidan fuerzas políticas carentes del menor interés por el futuro de ese proyecto colectivo al que todavía llamamos España.
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