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Según los anuncios de la tele, si te has ido lejos la mejor época para volver a casa es la Navidad. Dicen que es tiempo propicio a los perdones y a eso de pelillos a la mar, aunque abunden más las máscaras que en Carnaval. ... El anuncio filtrado a los medios de comunicación de que el rey Juan Carlos I quiere volver a España es una forma de testar el ánimo de los españoles. En román paladino, la mano que mece la cuna de la monarquía quiere saber si el horno y el trono están para bollos. No vaya a ser que se nos queme el pastel.
Un día de sol ardiente el antiguo rey de España decidió irse a oriente sin que nadie se lo pidiera. Todos fuimos conscientes de que había puesto pies en polvorosa. Partió como si fuera un Aquiles de pies ligeros y con el sigilo de quien conoce el pecado que ha cometido y teme que descubran la magnitud de la falta. Ya saben que la vergüenza impide mirar de frente, y él, por mucho rey que fuera, no podía mirarnos a la cara sin sonrojarse. Así fue que se nos quedó en la boca un cierto regusto a almendras amargas.
Mientras el rey emérito se instalaba en Abu-Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, una explosión de escándalos, como una bomba racimo, nos dejaba boquiabiertos. Todavía recuerdo lo de la máquina para contar la montonera de billetes procedentes de presuntas comisiones que, según la versión de Corinna, la examante del exrey de España, había en la Zarzuela. Todos lo imaginamos sumando los 65 millones que le había transferido como prueba de su amor.
Cuando amaina el temporal judicial y la desmemoria ha cubierto el eco de sus hazañas de avaricia y de bragueta, el rey quiere volver a una España que ha perdido la inocencia. Juan Carlos I quiere regresar a palacio y con una asignación pública para sus gastos. Nadie puede negarle sus méritos del pasado, igual que no pueden ocultarse los errores del presente. Juan Carlos I dilapidó su prestigio, nos decepcionó y ahora alega en sus juicios pendientes la inmunidad que confundió con la impunidad. En la madurez democrática la ciudadanía ya no acepta el ocultamiento de sus irregularidades; bastante tiene con sobrevivir a la crisis y a la desigualdad que la pandemia ha provocado. La gente quiere saber la verdad aunque habría preferido que su rey hubiera tenido el comportamiento ejemplar que el cargo se merece. En el aire queda una pregunta: ¿ha fallado la monarquía parlamentaria o quien la representaba? Es disparatado pretender hacer borrón y cuenta nueva. La gente quiere saber toda la verdad, la que se ha ocultado para proteger a Juan Carlos I, no a la monarquía.
Si quiere volver de oriente, hágalo, pero no espere que vayamos a recibirlo con aplausos como a los reyes magos. No traiga oro, ni incienso, ni mirra, solo arrestos para aceptar el desafecto que sus desvaríos sembraron.
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