Agredir a otros no solo es un error sino un hecho claramente reprobable. Justificar la agresión afirmando que me estaban provocando y he tenido que responder usando la violencia es propio de miserables y de matones enrabietados. A quien contempla la agresión solo le queda ... auxiliar al agredido para frenar al pendenciero. Así es en la vida y en el tablero geopolítico mundial. Putin ha burlado gravemente el derecho internacional atacando e invadiendo Ucrania. Pero el resto del mundo, que contemplamos el dolor que está produciendo su guerra, no podemos caer en el error de equiparar al matón del barrio con su víctima. El presidente ruso, tras su gélida mirada, esconde a un autócrata de libro que solo actúa una vez ha calculado el daño que puede hacer. No está loco, simplemente tiene una lógica que no es la nuestra porque no se basa en ningún principio ético. Se sabe que el poder corrompe y cuando se ejerce casi absolutamente se manifiesta dejando patente, a quienes discutan sus designios, que les infligirá todo el dolor que su poder permita. Cuando el poder se desempeña sin atisbo de humanidad, la angustia y el horror que estamos viendo no frenan a quien solo confía en la fuerza que le da el miedo que genera.
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Hace unos días nadie creía que Putin se atrevería a invadir Ucrania, pensábamos que era su táctica para negociar. Era nuestra lógica, no la suya. Nos equivocamos pero quiero creer que él tampoco esperaba la resistencia de Ucrania ni que Europa y la mayoría del mundo iban a reaccionar con rapidez. Tras el silencio por la ocupación de Crimea, en 2014, se esperaba que Europa se entregara a interminables discusiones que nada resuelven. No ha sido así. La conmoción que esta guerra ha producido en la opinión pública ha ayudado a decidir. Me ha resultado emocionante ver a una anciana rusa de 90 años, Yelena Osipova, superviviente del asedio a Leningrado en la segunda Guerra Mundial, manifestarse contra Putin, siendo detenida junto a otros rusos contrarios a la guerra. Es una esperanza que se alza en esa Rusia que es una caricatura de democracia. La contestación interna y el desánimo de sus propios soldados son una señal para la paz que se une a la presión internacional. La solidaridad es algo más que una palabra. Putin es Goliat y Zelenski es David. Europa y España tienen que ayudar con todo lo que se pueda y también a los ucranianos que combaten. Ucrania no podía rendir el país a Putin sin defenderse, la respuesta militar ha sido obligada por la invasión de su territorio. A Putin, contrariado por la resistencia, no lo van a parar buenas palabras. En Europa y en España hemos de aguantar la parte negativa que nos supongan las medidas adoptadas. La pregunta es si nuestras conciencias podrían aceptar que abandonemos a la población ucraniana en medio de la tragedia.
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