El virus de la crispación
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El irrespirable clima de confrontación política no solo resulta bochornoso sino temerario en plena escalada del COVIDSecciones
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El irrespirable clima de confrontación política no solo resulta bochornoso sino temerario en plena escalada del COVIDA nuestro país no le basta con figurar en cabeza de los ránkings de infectados y fallecidos por habitante ni con tener la economía más afectada a causa de la pandemia, como ha confirmado el FMI. No contento con esos indecorosos liderazgos, también sobresale por ... la crispación política desatada a raíz de la gestión que de la covid han realizado las distintas administraciones; un clima de confrontación que ha llegado a niveles sencillamente insoportables y que en nada favorece el prestigio de las instituciones ante la opinión pública cuando más necesario es reforzarlo.
Aparte de irrisorio, sería descabellado pretender que una emergencia como la que azota España no monopolizara el debate partidista. Cuestión distinta es que los mecanismos de control del poder, la legítima crítica a sus decisiones y el intercambio de propuestas en busca del bien común sean confundidos de forma torticera con una incesante guerra de trincheras en la que las posiciones propias se construyen sistemáticamente a partir de la radical descalificación de las ajenas, sean estas cuales sean. Un escenario en el que, en lugar de buscar un mínimo común denominador en el diagnóstico y las posibles soluciones a la mayor emergencia nacional en varias décadas, como exigiría la situación, las fuerzas políticas se aferran a la numantina defensa de posturas irreconciliables entre sí. Sin complejo alguno en demostrar que se sienten más cómodas en la intransigencia que conduce a una estéril polarización que en procurar acuerdos ante el riesgo de que las inevitables cesiones para alcanzarlos sean tomados por un signo de debilidad.
Ese clima irrespirable se ha intensificado con la focalizacion de la crisis en la Comunidad de Madrid después de que el Gobierno de Pedro Sánchez levantara el estado de alarma y endosara el control de la crisis epidemiológica a las autonomías. Salvo contadas excepciones, estas no han mejorado la torpe gestión del Ejecutivo central. Ninguno de los grandes partidos está en condiciones de presumir de nada. Ello no ha impedido que se arrojen las víctimas a la cabeza en un deprimente espectáculo al que asiste atónita la población. Un bochorno que debe cesar cuanto antes para aunar esfuerzos contra el verdadero enemigo común: un virus que amenaza con causar de nuevo serios destrozos conforme se acerca el otoño. Fomentar en ese contexto el virus de la crispación es una temeridad y un desprecio a la vida de la ciudadanía.
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