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Escuchado en un noticiario: «...resultó herido grave cuando la motocicleta que conducía se estrelló contra una farola». Dicho así, parece que el pobre motorista iba tan tranquilito cuando la máquina diabólica que lo trasladaba decidió liquidarlo. O sea, que el sujeto de la acción es ... el vehículo, no su conductor. Otra: «Dos muertos y tres heridos al colisionar frontalmente un turismo y un camión». De nuevo son los malditos ingenios rodados los que deciden lanzarse contra el otro sin importarles la vida de sus indefensos pasajeros. Y una más: «Anciano atropellado en un paso de cebra por una furgoneta que se dio a la fuga». En esta ocasión la maldad del artilugio es insuperable: agrede al pobre peatón y ni se detiene para permitir que su conductor lo auxilie. Hay que ver lo malos que son los vehículos motorizados que pululan por nuestras carreteras, calles y rotondas.

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larioja Violencia de tráfico