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Los parlamentarios europeos no deben tener mucho que hacer, así que entre grupos ecologistas, veganos y comelechugas varios, acabarán legalizando la marihuana y prohibiéndonos el vino. La última es que está a punto de votarse un informe que propone equiparar el consumo de alcohol con ... el del tabaco como productos cancerígenos. Y quieren reducir su consumo con una mezcla de medidas que van de las etiquetas en botella con avisos maléficos a la penalización fiscal salvaje. Meten en el mismo saco espirituosos de 40º grados con un crianza que anda por los 13º; o a un consumidor que bebe un par de copas de Ribera del Duero o de Jerez al día, con un bebedor centro europeo que trasiega dos litros de cerveza con sus respectivos chupitos de aguardiente. Tabla rasa o tarifa plana. Todo es cancerígeno. Todo es susceptible de gravar y de satanizar. Precisamente ahora que la cultura del vino está alcanzando niveles de excelencia. Que el personal cada vez más opta por la calidad que por la cantidad. Que ya no se pide un vino, sino un Rueda, un Albariño, un Ribera, un Rioja. Que la gente distingue el vino del año, el crianza, el reserva. Es decir, que sin que nos hagan la vida imposible con fotos de estómagos con tumores o hígados tumefactos en las botellas, nosotros solitos ya hemos aprendido a cuidarnos y disfrutar de la vida sin que la autoridad competente tenga que estar detrás apuntando con el arma del miedo y el atraco fiscal.
Quizás tuvo sentido hace décadas cuando las cuadrillas se metían diez blancos antes de comer y sus quince tintos antes de cenar. Paradójicamente entonces los nutricionistas decían que el vino era saludable, lo de la moderación se añadió después. Y eso que hace décadas los vinos no tenían para nada la calidad de los actuales. Ya son excepción los currelas que terminan el almuerzo con dos copas de Soberano o el desayuno de madrugada con pelotazos de Chinchón y medio paquete de Ducados. Y no se puede equiparar el vino con el tabaco. Porque cuando Plinio el Viejo escribía «In vino veritas, in aqua sanitas» faltaban menos de un siglo para la Última Cena y la humanidad llevaba miles de años cultivando sus viñedos y desarrollando el arte de la fermentación y la crianza. El tabaco en su versión de cigarrillos tóxicos son un malsano invento reciente que de la misma forma que nació desaparecerá. Pero el vino está unido al hombre desde que dejó de ser cazador y recolector y se asentó en la tierra para cultivarla y alimentarse de ella. El vino es eterno. Pero si el objetivo es recaudar, intervenir, reglamentar, estamos aviados. Europa no servirá para unificar criterios sobre Ucrania, pero para meter la narices en nuestra despensa…
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