SOS del viñedo en vaso
En 1982, la formación en vaso dominaba en Rioja, con más del 99% de superficie; hoy, no es disparatado aventurar que un 60% de las viñas están en espaldera
LUIS FERNANDO LEZA
Domingo, 10 de abril 2022, 02:00
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LUIS FERNANDO LEZA
Domingo, 10 de abril 2022, 02:00
En 1982 se publicó un resumen del Catastro vitivinícola de la Denominación de Origen Rioja realizado en aquellos años que abarcaba una investigación de las ... parcelas de viñedo y de las bodegas existentes. La edición, a cargo del Ministerio de Agricultura, hacía una radiografía de la viticultura y bodegas existentes y entre la densa información que proporcionaba figuraba el dato de que únicamente 54,57 hectáreas (el 0,14%) de las 39.428 de viñedo registradas tenían formación en 'pie alto', concepto que podía asimilarse a la formación en espaldera. Por el contrario, la formación en vaso era hegemónica (1982) con más del 99% del viñedo existente en Rioja. Esta formación se configura a partir de la cepa con un tronco bajo del que salen un numero variable de brazos (normalmente entre 3 y 5) y que sustentan los denominados 'pulgares' sobre los que anualmente se desarrolla la vegetación y, a partir de ella, los racimos de uvas.
El tiempo transcurrido ha conocido un cambio sustancial en la viticultura riojana. Hoy, prácticamente todas las plantaciones de viña se hacen en espaldera, conducción basada en una estructura de postes sobre los que se fijan los alambres en los que se apoya la vegetación de la vid, la cual se sitúa sobre el plano vertical que van marcando la línea de cepas. La poda que se aplica en estas circunstancias suele ser, en la mayoría de los casos, el cordón Royat, simple o doble, o las variantes de la poda Guyot, también conocida como de 'vara y pulgar'. Es una tendencia que lleva ya unos cuantos años y que parece difícilmente reversible ya que implica, de partida, algunas ventajas para el viticultor frente al vaso: más facilidad de manejo de la vegetación, mejor accesibilidad de los tratamientos fitosanitarios, menos costes y preocupaciones en la vendimia y más rendimiento por hectárea, entre otros.
Hoy no disponemos de estadísticas fiables del desglose de las aproximadamente 66.000 has inscritas en la DOCa Rioja según su reparto entre formas apoyadas (sustancialmente espaldera) y el vaso. Bien es cierto que de forma indirecta puede haber un modo de aproximarnos al dato si tenemos en cuenta que ya se vendimia mecánicamente el 45% de las uvas amparadas. Si tenemos en cuenta que un número minoritario, pero significativo, de las viñas formadas en espaldera se vendimian a mano, no es disparatado concluir que al menos un 60% de las viñas de Rioja están formadas en espaldera. La causa última de que vayan desapareciendo las viñas 'en vaso' del paisaje cabe identificarla en su falta de rentabilidad económica para el viticultor.
Uno de los factores que condicionan la rentabilidad de un cultivo es la cantidad producida. Los rendimientos por hectárea del vaso pueden estar en la mitad de los que se dan en espaldera, teniendo en cuenta que son viñas más viejas, con más faltas por ataque de enfermedades, con problemas de cuajado, etc. El otro factor es el precio. Al hacer el cálculo para obtener los ingresos brutos, los rendimientos más bajos que con mucha frecuencia se dan en las viñas en vaso no se compensan con un mejor precio que pudiera ser obtenido por sus uvas; ni siquiera, en la mayoría de los casos, aplicando las primas establecidas por calidad que suelen aplicar las bodegas comerciales a sus viticultores proveedores y las cooperativas a sus socios, no compensan, ni de lejos, su menor producción.
Tales datos nos llevan a una tendencia que parece imparable, que condena al arranque de las viejas viñas en vaso para su reemplazo por viñas nuevas en espaldera.
En mi opinión, esa tendencia nos aboca a una situación, nada deseable, de pérdida de un patrimonio vitícola y un paisaje que nos vincula con el territorio y con nuestras propias tradiciones. Pero no se trata únicamente de sentimientos nostálgicos desvinculados de una realidad económica que, en cualquier caso, debemos tratar de optimizar. Los planteamientos expuestos se topan de golpe y pared con el axioma de que las viñas viejas, normalmente formadas en vaso, con rendimientos limitados, ofrecen uvas más concentradas en componentes que, tras la vinificación, vienen a mostrar vinos de más carácter, más complejidad, con un vínculo más fuerte al territorio y, en definitiva, con una valoración más positiva por el mercado.
En general, los vinos más apreciados y de mayor valor en el comercio proceden de viñas formadas en vaso. El vaso permite una selección de la vendimia más fácil que en viñedos en espaldera cuya recolección se realiza con máquina vendimiadora. Una selección fundamental se da en la parcela, ya que el vendimiador puede desechar las uvas que no están en las condiciones adecuadas.
Además, en los últimos tiempos, muchas bodegas presumen de tener instaladas mesas de selección que completan y mejoran la criba hecha en la viña, colocando en el mercado los vinos resultantes como vinos premium o de alta gama. Es claro que estas bodegas tienen que vender todos sus vinos, pero parece indudable que esos premium 'tiran' (efecto locomotora) del resto.
Tenemos también el fenómeno de los viñedos singulares en nuestra DOCa Rioja, que se plantea como una apuesta para profundizar en la diferenciación y en la calidad vinculadas a entornos muy particulares de territorio y que se apoyan, prácticamente al cien por cien, en viñedos en vaso.
Así que hay algo que no cuadra. Nos estamos quedando sin viñas en vaso mientras, por otra parte, hay un reconocimiento generalizado que incide en destacar la potencialidad de estas viñas para dar vinos de calidad, bien posicionados en el mercado. Dada la perdida constante de superficie de viñas en vaso, ¿no nos estaremos equivocando al no valorizar suficientemente una materia prima de primer nivel?, ¿no estaremos desvirtuando, en muchas ocasiones, su potencial cualitativo y comercial, mezclando los vinos obtenidos de ellos con otros, correctos pero sin atributos destacados y sacando el resultado de la mezcla al mercado a competir, fundamentalmente, por precio?
En fin, me parece que corremos el riesgo de quedarnos sin un patrimonio que, en mi opinión, merece la pena intentar preservar. Esa y no otra es la mejor intención de esta reflexión.
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