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Menospreciar la televisión era deporte nacional antes de que las series se pusieran de moda. Eso ya estaba inventado desde que por estos lares convivían dos cadenas y había quien se creía con cierta superioridad intelectual por hacer de menos un medio tan popular. De ... aquellos barros estos lodos. Todavía hoy se trata de vez en cuando con desdén lo que sucede tras esta pantalla, quitándole valor y tratando al que la contempla como si perdiera el tiempo. Hay programas que se niegan tres veces o las que hagan falta, pero que luego obtienen una repercusión que indica que reciben atención hasta de los que los vilipendian. Nadie ve 'Sálvame' pero la pelea entre Belén Esteban y Jorge Javier se ha convertido en cuestión de Estado. Yo me temo hasta que pregunten en el próximo CIS a favor de quién se posiciona cada cual, que bueno es Tezanos a la hora de innovar. O que Vox lleve al Congreso una moción para que se repruebe al presentador de Telecinco contra quien ya ha emprendido una cruzada. Luego de vez en cuando algún escritor se encuentra poco inspirado y carga contra las series. Lo que ha hecho ahora Manuel Vilas ya tiene tradición. Ha dicho que las series están sobrevaloradas. Así, sin matices, lo cual es tan absurdo como asegurar lo mismo de los libros o del cine, y no será porque en ambos campos no haya ejemplos infumables, que uno no sabe ni cómo han llegado a las salas o las librerías. Series buenas y malas ha habido siempre, la única diferencia es que ahora se producen más y sobre todo que se les dedica mayor atención. Y esto despierta celos. Yo a Vilas, eso sí, se lo perdono todo porque reí y lloré mucho con su 'Ordesa' y esos sentimientos no te los arranca cualquiera.
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