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El mercado laboral ha resistido con una fortaleza tan envidiable como sorprendente los embates de la guerra en Ucrania hasta el extremo de encadenar récords de afiliación a la Seguridad Social y fuertes descensos del paro como si fuera inmune a un contexto singularmente adverso. ... Esa extraordinaria evolución ha amortiguado hasta ahora los efectos de la crisis global desatada por la invasión de Ucrania y hace más llamativos los pésimos datos de julio, que el tiempo determinará si son fruto de factores coyunturales o el preámbulo de un inquietante cambio de tendencia.
En el análisis regional, las cifras no abonan el optimismo (368 parados más en La Rioja y 2.188 cotizaciones a la Seguridad Social volatilizadas), aunque hay que contar con que, a diferencia de lo que suele ocurrir en el conjunto del país, no es extraño que el paro aumente debido al adelanto de las campañas agrícolas y al final de los contratos de docentes al terminar el curso. Si la lectura de los datos es nacional, alerta que en un mes tradicionalmente favorable para el empleo, los cotizantes hayan caído por primera vez en 21 años y los desocupados hayan aumentado en 3.230, la peor cifra desde 2008.
No conviene extraer conclusiones precipitadas. Sin embargo, la brusquedad del frenazo en el empleo y los mensajes de un Gobierno que si por algo se caracteriza es por un desbordante optimismo invitan a pensar que algo ha cambiado para mal en la economía española. «Vienen curvas», advirtió ayer la siempre moderada Nadia Calviño. La vicepresidenta invitó a «prepararse para lo peor», aunque «esperando que no suceda», tras reconocer una ralentización del mercado de trabajo desde mediados de julio. Antes o después, en él tienen que repercutir la incertidumbre internacional, una inflación descontrolada, la escalada de los tipos de interés que acaba de emprender el BCE y el parón del PIB de las principales potencias por la guerra de Putin.
Conviene tomar nota de ello. Y actuar en consecuencia. Llegan tiempos difíciles no exentos de sacrificios en los que la destrucción de empleo es una hipótesis más que verosímil, mientras se deterioran indicadores como la actividad de la industria manufacturera, cuya contracción nada bueno pronostica para la economía. Pero el peor indicio para ella es que el conflicto en Ucrania está lejos de ser resuelto, de forma que sus destrozos de todo tipo seguirán creando dolor y pobreza a raudales.
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