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El envenenamiento del opositor ruso Navalni nos retrae a los viejos tiempos en que la Unión Soviética recurría con frecuencia a esta forma de librarse para siempre de sus enemigos políticos. Hay pocos ejemplos de la etapa comunista, en que la KGB actuaba protegida por ... el más estricto control de los medios de comunicación, pero, desde que el nuevo régimen entreabrió las posibilidades de informar, ya son muchos los casos de asesinatos políticos que se van conociendo.
Algunos no ofrecen mayor sorpresa: las víctimas son eliminadas a tiro limpio, pero otros sí muestran mayor imaginación. Es el del recurso a un paraguas –debidamente preparado para matar– que en las aglomeraciones y en los días lluviosos dispara por la espalda una carga de veneno que la víctima apenas se percata de que le ha impactado hasta pasados unos minutos. Navalni se tragó la pócima mortífera disuelta en un té que estaba bebiendo en el aeropuerto donde esperaba embarcar para Siberia.
La infusión de té debe de ser –por lo que se concluye– la mejor bebida para ocultar el veneno. Hace un par de años fue muy comentado cómo dos agentes que se quería eliminar cayeron desmayados en una cafetería de Londres. Las investigaciones posteriores concluyeron que la causa habían sido unas gotas de plutonio de efectos radioactivos que les habían echado en las tazas de té. La actual versión del KGB es evidente que sigue activa y asume la herencia de sus métodos.
Una información difundida por algunos medios extranjeros aseguraba que habían sido centenares las personas liquidadas por ejercer alguna actividad molesta y añadía varios ejemplos. Nadie olvida que el actual e incombustible presidente Vladimir Putin fue un agente destacado del KGB primitivo. La larga lista de asesinatos incluye a políticos y periodistas.
La columnista Anna Politkovskaya fue ejecutada a tiros cuando entraba en el ascensor de su casa. Los autores la habían seguido durante su recorrido desde el periódico. Entre los asesinatos de políticos opositores se recuerda de manera especial a Boris Nentsov, ex viceprimer ministro en la etapa de Boris Yelsin. Muchos asesinatos de políticos se perpetraron en ciudades fuera de Moscú y tuvieron menos repercusión. Los autores de estos asesinatos casi nunca son identificados y cuando excepcionalmente lo son poco o nada se sabe de su suerte. Otra prueba de cómo se las gasta Putin en el Kremlin fue hace seis años la ocupación de la península ucraniana de Crimea y aún más recientemente, el apoyo que está prestando estos días al presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, ante la reacción popular contra su fraudulenta reelección.
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