En el piso de arriba, los compañeros de Diario LA RIOJA preparan el regreso al trabajo presencial. Están desalojando toneladas de papeles, periódicos, libros, dosieres, que guardan con mimo en grandes cajas de cartón que probablemente acaben arrinconadas en algún trastero. Entrar es sumergirse en ... la nostalgia de un cambio de ciclo acelerado por la pandemia.
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Desde las ruidosas redacciones repletas de ceniceros abarrotados de cigarrillos hasta los quirúrgicos puestos de trabajo que esperan aislados por mamparas cristalinas, generaciones de periodistas han contado La Rioja. La paulatina transición del papel al digital acaba con buena parte del romanticismo de un oficio que, pese a todo, no pierde su esencia. En la televisión vivimos nuestro propio proceso.
Del sofá y la sevillana encima de la tele de tubo, con audiencias que se contaban en millones, a la tableta, el móvil, Twitch y youtubers más conocidos que Matías Prats. Nos arrolla una época de cambio, más bien un cambio de época, con un gusanillo en el estómago que encaramos con la mejor de nuestras armas: el periodismo. Seguiremos narrando de forma honesta en cualquiera de las plataformas y modos que están por inventar.
Relatos de esperanza como el de la pequeña de cinco meses a la que el destino ha unido para siempre a sus cuidadoras de la guardería Nanny's, en Logroño. En diez segundos supieron exactamente lo que hacer para reanimar a la bebé, que había perdido el pulso. Está grave, pero viva.
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O el de la inmigrante Alba Cambindo. Ha triunfado y tiene un negocio propio, de costura, El Espolón, pero no olvida el año y medio que llevó en su muñeca un reloj que, además de la hora de Colombia, marcaba la angustia de la distancia con su hija. «En ese tiempo se desprendió algo de mí».
Viejas anécdotas de frontones en La Hora de la Pelota, como la de ese cura, Luis, del barrio del Cortijo, que lo mismo hacía de utillero que de corredor de apuestas.
E historias que desgarran. El asesinato de Isam en Logroño. La misma ciudad que ha inaugurado un 'oasis de mariposas' en el Parque de San Miguel ha visto morir apaleado a un repartidor de comida de 34 años. Sara, cámara de TVR, contuvo la emoción cuando la hermana de Isam le pidió, anestesiada de dolor, que no grabase su rostro.
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Ella misma, la hermana de ese chico de ojos alegres al que quería casar y que conocimos en fotos después de muerto, se ocupó de mandar las imágenes a nuestra redacción. La imagino con una sonrisa perdida, helada, reviviendo cada instante y buscando porqués.
No hay claves para entender tanta maldad, pero en TVR tratamos de hacerlo con el psiquiatra infantil Ignacio González Yoldi. «No sabemos qué ha llevado al límite a esas personas. Actitud gregaria, consumo de sustancias, haber estado expuesto a situaciones violentas de forma previa...». Ellos, los asesinos, tienen su propia historia, que la odisea que es la vida ha cruzado para siempre con la familia de Isam.
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