La vida en una caja

La vida no cabe en un papel. Intentar comprimirla en un currículum es misión imposible, tanto como pretender embutirse los vaqueros después del verano. En la cara de un folio, y con el interlineado apretadito, solo caben la fecha de nacimiento, la foto de carnet ... en la que apareces con pinta de haberte escapado de una película de Eloy de la Iglesia y una enumeración aséptica de títulos, cursillos y empleos. No caben las fiestas que te pegaste en la universidad, las noches sin dormir, la angustia previa a los exámenes; no caben la ilusión que sentiste al recibir la noticia del primer trabajo ni la cena a la que invitaste a tus amigos con el primer sueldo creyéndote la reina del Chantecler; no caben la decepción de verte en la calle ni los años en blanco y negro que llevas esperando un email que te reintegre al mercado laboral; no caben la esperanza con la que envías tu currículum ni las ganas de volver a ganarte el pan con el sudor de tu frente.