La vida sin mí

La película estuvo en la sección competitiva de la 68 edición del festival de San Sebastián y su pareja masculina protagonista, Colin Firth y Stanley Tucci, enseguida se auparon como candidatos, por su excelente trabajo, al premio de interpretación. Sin duda uno de los pilares más recordados de este relato sobre la amistad y la felicidad en la convivencia en común es la empática sinergia de los dos actores capaces, con su sola presencia, de elevar el nivel del largometraje.

La historia narra el viaje de despedida a modo de elegía. Dos hombres, Sam (Firth) y Tusker (Tucci), después de 20 años de relación, emprenden un trayecto nostálgico, cargado de recuerdos, que se convierte en punto y final por la enfermedad incurable de Tusker.

Este paseo hacia adelante estructurado en una emotiva y conmovedora road movie es un recorrido de no retorno a bordo de una vieja furgoneta visitando a los familiares más allegados y los lugares con un significado cariñoso de gran calado.

Los dos amigos muestran su talante más cordial en sus citas con las personas más cercanas, ofreciendo su imagen carismática y amable, restando hierro al dramatismo, y reservan sus sentimientos más profundos en los ratos de soledad para encarar el dolor y la futura ausencia.

El tono es de tristeza y pesadumbre. No tanto su aliento. Evitar el sufrimiento es motivo de alegría y alivio. Fraguar el vínculo ha sido majestuoso. Y esa lectura se deja ver en esta pequeña película sobre lo bueno de la vida.