Víctimas colaterales
EL BISTURÍ ·
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EL BISTURÍ ·
Hasta ahora, en este país existía el consenso generalizado de que «la salud es lo primero», pero ya es lo segundoSeguramente conocerán la trágica historia de Sonia, una mujer de 48 años que en agosto falleció por un cáncer de colon con metástasis ya intratable. El mal había dado la cara en abril, con un dolor en la raíz del muslo izquierdo, pero durante los ... tres meses siguientes no logró que su médico de cabecera le atendiera presencialmente, o sea, que le atendiera, porque debido a la epidemia de COVID-19 ya no se podía ir al centro de salud aquejando síntomas de otras enfermedades, incluso potencialmente más graves, no fuera que la gente se contagiara de coronavirus.
Ante la insistencia telefónica de la paciente por el empeoramiento del dolor, con la sospecha clínica telefónica de lumbociatalgia (dolor lumbar extendido a la pierna) le dieron una cita con un especialista para ¡marzo de 2021! Desesperada, solicitó atención en dos servicios de urgencias hospitalarios, en uno de los cuales incluso le riñeron por ocurrírsele acudir en plena pandemia. Cuando en julio su estado era ya terminal, la ingresaron hasta que un mes después falleció.
De forma dramática, pero auténtica, este caso ilustra la injustificable falta de asistencia que están sufriendo en los centros de salud no solo y sobre todo los pacientes, más los mayores, sino también los profesionales, que hacen lo que pueden, les dejan y sobre todo les mandan y, aunque parezca lo contrario, trabajan más y en peores condiciones que nunca en una antaño modélica Atención Primaria, hoy prácticamente desmantelada.
Desde que se declaró la epidemia, parece que en España ya no hubiese otra enfermedad que el COVID.
Dado el caos provocado por los sistemas de información del Ministerio de Sanidad y de las 17 consejerías de Salud, empeorado por el miserable forcejeo político de sus responsables según su afiliación partidista, nunca sabremos el número exacto de fallecidos por COVID-19. Pero si esto es así, con lo fácil que parece, conocer el coste en salud de la pandemia por falta de asistencia a todo lo demás es un auténtico misterio. Jamás sabremos cuántos pacientes crónicos se están descompensando por falta de controles de enfermería, cuántos procesos agudos graves han dejado de diagnosticarse y tratarse, o de hacerlo demasiado tarde y, en definitiva, cuántas vidas se habrá cobrado o habrá acortado el coronavirus por falta de una correcta asistencia médica y de enfermería. A los implantadores de la 'telemedicina' los telealimentaba yo mirando en la tele los platos que prepara Arguiñano.
Hasta ahora, en este país existía el consenso generalizado de que «la salud es lo primero», pero ya es lo segundo porque el COVID es lo primero y casi lo único. Y si no que se lo pregunten a los familiares de Sonia y a los de tantas víctimas colaterales anónimas de la epidemia.
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