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El Parlamento es un escenario propicio para fabricar verdades que se avientan como cuchillos. Allí cada uno construye la suya y la eleva a categoría de verdad absoluta e indiscutible. Escuchándolos nosotros bien pudiéramos advertir a algún orador con palabras de Machado: «¿Dijiste media verdad?/ ... dirán (diré) que mientes dos veces/si dices la otra mitad». Si las medias verdades esconden mentiras, en nuestra querida España cada cual tiene su verdad y su mentira construidas en oposición a las ajenas.
Julio siempre trae recuerdos de otros julios que regaron de sangre nuestra España. En este evocamos a Miguel Ángel Blanco asesinado por ETA hace veinticinco años. A muchos los asesinaron antes y otros lo serían después. La crueldad fue respondida por la sociedad civil y del rechazo nació el denominado 'espíritu de Ermua'. Afortunadamente la banda terrorista fue derrotada y ya no existe, aunque algunos añoren su resurrección. Por eso es tan importante conocer la verdad y recordarla para que las nuevas generaciones no caigan en veleidades respecto al uso de la violencia. Cuca Gamarra, en nombre del PP, monopolizando una vez más el dolor de las víctimas, ha expresado que «el espíritu de rebelión que nació en Ermua es el mismo que sitúa al PP frente al Gobierno». Terrible metáfora para quienes se conduelen con unas víctimas y no con otras.
Es necesario no olvidar los asesinatos de ETA, condenar y repudiar a sus victimarios pero, ¿por qué no merecen igual respeto las víctimas del franquismo y de la represión en la retaguardia de nuestra guerra civil que todavía pueblan las cunetas de España? ¿Por qué a unas es obligado recordarlas y a otras olvidarlas? ¿Por qué algunos hacen chirigotas de los abuelos asesinados y olvidan su condición de víctimas? A quien le han asesinado a un ser querido nadie puede negarle el necesario tiempo para el duelo, ni la dignidad de un entierro. El dolor es el mismo y el trato no puede ser diferente. No entiendo la hipocresía.
Es hora de que los españoles, desde la fraternidad, cierren las heridas de tanto dolor profundizando en el conocimiento riguroso de nuestra historia. Recordar a unas víctimas mientras se relega al olvido a las de la dictadura franquista es imperdonable democráticamente. Me disgusta que la ley de Memoria Democrática no sea unánime y se haya negociado con Bildu prolongando su ámbito de aplicación hasta 1983, año en que ETA asesinó a 44 personas. También me disgusta que la dignidad de las víctimas dependa de la mano que las ejecutó, del año en que fueron asesinadas y del reconocimiento que dan o niegan quienes construyen mentiras de las verdades a medias. Me disgusta que tras 44 años de vigencia de la Constitución todavía muchos crean que la historia solo es Historia si coincide con sus ideas o sirve a sus intereses.
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