Víctima de la sinrazón

Si el hallazgo de Carolina, una niña de cinco años, muerta en la habitación del hotel de Logroño que compartía con su madre desde la tarde del domingo sacudía como un mazazo la tranquilidad de la mañana de ayer lunes, la posterior detención de su ... progenitora confirmaba la peor de las teorías que se habían ido hilvanando en función de los indicios que sobre los hechos trascendieron a lo largo del día. Se consumaba una tragedia de incomparable desconsuelo que arrebataba de dolor a una familia, a una ciudad -Haro- y a la sociedad riojana en general, y apenas dejaba lugar más que para la pena, el llanto y el siempre insuficiente consuelo de la solidaridad. Sería vano tratar de desentrañar lógica alguna de un relato todavía supuesto que desembocó en la única certeza: la muerte de Carolina. Debe ser la Justicia la que determine la secuencia de los hechos y las subsiguientes responsabilidades. Y en tanto ésta se manifiesta, e incluso después de que lo haga, cualquier utilización ideológica de lo ocurrido no sería más que una manifestación intencionada de oportunismo torticero y de baja catadura moral. Más allá de lo que ocurriera en esa habitación 404 del hotel, sí cabe interrogarse por qué la alerta que el padre de la víctima activaba la tarde del domingo al denunciar ante la Guardia Civil el incumplimiento en la entrega de su hija no fue suficiente, a la vista de los hechos, para que el operativo de las fuerzas de seguridad que se supone debería haberse activado detectase su presencia en el céntrico hotel logroñes. Si el hecho de que no fuera la primera vez que se interponía una denuncia semejante fue lo que propiciaba la relajación de los protocolos habilitados para casos semejantes, la reacción sería intolerable. Si fueron causas administrativas o de organización las que impidieron que la información fluyera, también. No se trata de buscar otros culpables que los que las pruebas señalen y el juez considere. Se trata de garantizar el correcto funcionamiento de las herramientas que la sociedad se ha dado para protegerse y, sobre todo, proteger a sus menores, tantas veces, como ayer lo fue Carolina, víctimas pasivas de la sinrazón, la insania y la locura de los adultos.