Aveces, cuando tengo que entrevistar a alguien o cubrir alguna comparecencia, me voy de viaje sin que nadie lo sepa. Miro muy atentamente a los ojos al interlocutor que tengo frente a mí para disimular que estoy ahí pero, en realidad, en ese mismo instante ... ando sobrevolando detalles nimios, explorando el paisaje de lo secundario. Mi última excursión clandestina tuvo como destino la cabeza de Kengo Kuma. El reputadísimo arquitecto de Yokohama recaló en Logroño con todo el boato para impartir una conferencia magistral e informar del edificio que llevará su emblemático sello en el casco antiguo y, mientras hablaba de todo ello, hice escala en sus palabras. Kuma es japonés, se expresa en inglés y alguien traducía al español unas declaraciones a vuela pluma que periodistas de provincias tendríamos que plasmar en papel. No unas reflexiones cualquiera, sino la concepción de un creador de talla mundial sobre la escala humana de las construcciones, el tratamiento de materiales autóctonos, las acupunturas urbanas. En el rincón de la sala donde atendió a la prensa, sobre un intenso ruido de fondo y las prisas por cumplir el estricto horario, dudé de qué minúscula porción de las ideas que salían del cerebro de Kuma llegarían al receptor final en ese periplo infinito recorrido sobre una baldosa. Como 'Lost in Translation' elevado al cubo, como jugar al teléfono descacharrado con un extraterrestre, como mucha de la gente que se personó allí sin saber inglés creyendo que el B2 o el C1 son unas vitaminas. Mientras el traductor daba lo mejor de sí, Kuma miraba absorto por la cristalera las casas de Rúa Vieja, viajando quizás también él sin moverse del sitio y sin que nadie nos estuviéramos dando cuenta.

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