Vértigo

Hemos aprendido a convivir con avances digitales que hacen una sociedad mejor conectada virtualmente (aunque no humanamente), cada vez más dependiente de un on-line deshumanizado que responde a consultas robóticamente, facilita citas, o realiza operaciones inversoras que antes requerían el contacto con personas, ahora mediatizadas tecnológicamente.

ChatGPT es la última innovación de la inteligencia artificial generativa, presentada el pasado noviembre por OpenAI. Esta inteligencia artificial conversacional contesta con patrones predeterminados, pero también genera respuestas y estrategias resolutivas nuevas, diálogos distintos a los programados, es decir similar a lo creativo, respondiendo a un principio matemático de multiplicar los datos por conexiones múltiples de un algoritmo con millones de aquellos, combinado con conocimientos previos almacenados o que va construyendo. Es el connecting the dots de Steven Jobs. Ya accesible, puede escribir poesía, desarrollar líneas de código informático, preparar una conferencia o aprobar una oposición, los estudiantes pueden resolver tareas, o ser presentado como agente virtual para apoyar dificultades de aprendizaje. Un salto tecnológico de tal envergadura que deja entre atónito o fascinado, ante un impacto sobre nuestra vida difícil de prever. Da vértigo.

Ya no estamos frente a una inteligencia artificial o robot que precisa del ser humano en su funcionamiento sino que ahora, una vez creado, comienza a ser autónomo generando respuestas o conocimientos porque aprende de él mismo. Se acerca la época transhumanista; da vértigo afrontar progresos que pueden comportar limitaciones y recuerdan el principio de destrucción creativa de Schumpeter; ficciones como '«Elle' o 'Avatar' están a la vuelta de la esquina.