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El noble oficio de contar lo que pasa me acogió con las máquinas de escribir tableteando en las redacciones. La información se cifraba en una cinta amarilla perforada. Hoy circula por el éter a velocidad sideral. De la pantalla del plumilla a la del lector. ... Han sido años de vértigo vividos desde el rincón de la cultura, la guinda del pastel informativo que cierra telediarios y reuniones de redacción, dicho sea sin rencor. Un privilegio tratar a artistas de genio y a nobeles malencarados, como Cela, Handke o Pamuk. A otros más jocundos y amables, como García Márquez, Grass, Saramago o Vargas Llosa. Y a una patulea de trileros de la palabra que no merecen recuerdo. De todos aprendí. Sé hoy que el oficio de contar verdades y tumbar bulos tiene futuro. En papel o en esas pantallas de líquida luminosidad se encontrarán el lector y una buena historia. Ayer, mañana y siempre.
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