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El Fondo Monetario Internacional (FMI) da más miedo que el bicho. Su aparición, solo esperada cuando la Tierra tiembla, es para la humanidad lo que para el moribundo la del sacerdote al pie de su cama. Da igual que haya hecho del error el motivo ... de la honra de su gestión. O que sus propuestas en la crisis de 2008 solo sirvieran para aumentar la desigualdad entre los muy muy ricos y el resto de los humanos. Ellos allá. Ustedes y un servidor, aquí. Y qué decir de sus últimos presidentes: Rato, Strauss-Kahn y Lagarde, protagonistas ilustres del capítulo siglo XX de las 'Vidas ejemplares'. Le compro la verdura a una mujer lista como una tea. Tiene olfato y corazón. No ha leído el acta de defunción que ya nos ha escrito el FMI (ni yo), pero sabe que de aquí o salimos todos o no salimos. Ha llenado el almacén de vino. Al precio de siempre. Porque al bodeguero le suenan las bisagras. Y así le ayuda a engrasarlas. Nunca será presidenta del FMI. Se alimenta de verdura y no come carroña.
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