La verdadera caridad

Al día de hoy se cuentan por miles las personas –para nada pobres– que suben hasta la ermita. Disfrutan del monte, del entorno, de la carne que se reparte y de la presencia maternal de la Virgen. Yo he tenido la oportunidad de bendecir esa carne troceada en bastantes ocasiones y la verdad es que entre unas cosas y otras se pasa un día estupendo.

Esto del domingo pasado lo traigo a cuento por lo siguiente: el día 29 de junio el papa Francisco en una carta muy cariñosa aplaudió la labor de Cáritas en España por el 75º aniversario de su fundación y animó a todos a cuidar de «las nuevas realidades de la pobreza». Estas nuevas realidades son las 64.000 personas que en nuestra tierra riojana se las ven y se las desean para pagar la factura de la luz, para comprar verduras y aceite, y no digamos nada para llenar el depósito del coche y aún mucho menos para pensar en unos días de vacaciones con los hijos. «Se trata de un servicio –añade el papa– que continúa en el presente y que se abre al futuro con esperanza, sabiendo ver el rostro de Cristo crucificado en tantas personas que sufren, brindándoles amistad, ayuda y consuelo».

Animo a mis lectores a que presten atención a la hora de pensar y de hablar de Cáritas en eso de «ver el rostro de Cristo crucificado en las personas que sufren». Esto es lo que distingue, o debe distinguir, a Cáritas de otras ONG. Cáritas no es una ONG más, con el respeto y la admiración por todas ellas que intentan con eficacia echar una mano en las innumerables necesidades que existen hoy en África, en la América pobre, en Ucrania con la guerra, y también aquí en España.

La evangelización de Jesús presenta como garantía de autenticidad esta señal esperada: «los pobres son evangelizados». Ellos ocupan un lugar preferencial en el corazón de Dios, hasta el punto de que Él mismo se hizo pobre, pobre de verdad, incluso de pasar hambre y sed, y de no tener dónde reclinar la cabeza.

La pobreza es un dato constante de la experiencia humana. El pobre es aquel que sufre el peso de una miseria permanente en forma de hambre, de ignorancia, de injusticia, de falta de oportunidades, que plantea cuestiones tan vivas y universales como el pan, la salud, el trabajo, la vivienda, la educación y a menudo la justicia y la libertad.

El papa alienta a los que quieran vivir el mandamiento del amor al prójimo a través de Cáritas, o por libre, a no esperar a que los necesitados llamen a nuestra puerta, sino que «hay que salir al encuentro, buscar su bien integral, reconociendo su dignidad y sus derechos». Por supuesto que esto vale ¡faltaría más! para los estados y los gobiernos.

Y añade el papa lo siguiente que los cristianos nos hemos de atar al dedo, y los no creyentes también saldrían ganando en hacerlo: «Para seguir el camino de la misericordia con los pobres y excluidos es necesaria una continua conversión y una continua imitación de Jesucristo, ya que solo en la medida en que hagamos nuestros sus sentimientos y actitudes, nuestra caridad (nuestra Cáritas) será más activa y eficaz». Es significativo que el papa Francisco en esta carta enviada al presidente de Cáritas Española, Manuel Bretón, hable de «articular lo local con lo global, trabajando por los cercanos, pero con horizonte universal». En plata, no podemos tener una mente pueblerina, sino que hemos de mirar también algo más allá de nuestras fronteras. Cáritas Española está presente en todas las diócesis, en 5.402 parroquias y cuenta con unos 74.000 voluntarios. Pero estas cifras no nos pueden llevar a un conformismo inútil y perezoso. Cáritas ha de perseverar día tras día, mes tras mes, año por año con alegría y con decisión en las actividades y proyectos en favor de tantas personas próximas que necesitan nuestra cercanía, nuestro buen hacer y nuestra solidaridad.

Y concluyo con algo que casi nadie recuerda o no quiere recordar. Se trata de la declaración que en su día hizo el que fuera el primer presidente socialista en España acerca del que entonces era arzobispo de Buenos Aires, hoy el papa Francisco. Dijo Felipe González lo siguiente después de una entrevista con Francisco: «El mejor análisis que escuché sobre la crisis del corralito en Argentina fue el que hizo el arzobispo Bergoglio, mucho mejor que el de los políticos. Ya entonces me pareció un ser humano de una extraordinaria calidad». Dicho queda.