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L a suma, con el permiso de la resta, es la operación matemática más básica. Pero últimamente, un cálculo tan sencillo se ha hecho complejísimo cuando se trata de tasar el verdadero zarpazo del coronavirus. Tan extraordinariamente alambicado está resultando que, así, como quien no ... quiere la cosa, las autoridades ya están colocando el mensaje de que jamás llegaremos a saber de forma fiel los números del COVID-19.
Es cierto, y esto es un clásico, que los políticos siempre moldean a conveniencia las cifras que presentan públicamente, datos que los periodistas sometemos posteriormente al tamiz de la rigurosidad para intentar, a veces lo logramos, que ni a ustedes ni a nosotros nos la metan doblada. Actúan así los que gobiernan, muy de sumas, pero también los de la oposición, mucho más de restas. Y, bueno, como ciudadanos hemos terminado aceptando que esta estrategia forma parte del 'vademécum' que sirve de guía a los partidos estén o no estén en el poder. Por ello, hasta que el COVID-19 relativizó todo, cada jornada veíamos muestras de esa manipulación aritmética en asuntos como el mercado de trabajo o los impuestos.
Pero este desafortunado manejo de los números que se está haciendo en las evaluaciones diarias del coronavirus no es lo mismo. Es una incompetencia que nos perseguirá toda la vida por el grave coste que estamos pagando como sociedad. Y, sobre todo, es una irresponsabilidad que difícilmente podremos explicar a los que nos sigan sin desviar la mirada avergonzados.
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