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Increíble, aunque esperable, el resultado fallido del segundo impeachment contra la evidencia trumpista. Increíble que, en plena tercera ola pandémica plagada de restricciones, cuando miles de comerciantes, restauradores y otros profesionales ven cerradas sus fuentes de subsistencia de atención al público (aquí más, allí no ... tanto), sean posibles unas elecciones en horario 'habitual' en Catalunya. Increíble la continuada extensión de la mediocridad en organizaciones e instituciones, donde parece valer más el interés personalista que la coherencia y el bien común.
Increíble que, en esta tremenda crisis sanitaria, socioeconómica y personal, se minimice que continúen engrosándose las cuentas en paraísos fiscales, algunos de inocente semblante y cercanos al corazón de la Unión Europea como Luxemburgo, Chipre, Malta o Países Bajos. La operación 'OpenLux' iniciada en Francia demuestra que, con un maquillaje de idílica calma, acumulan fortunas y beneficios de ricos y empresas que deberían revertir en el erario público para contribuir a hacer frente al desastre económico en la economía mundial. En un momento en el que la democracia precisa inversión pública y control fiscal, reaparece el fantasma de acciones delictivas herederas de aquellos 'papeles de Panamá' que tanto dieron que hablar en 2016, desvelando como famosos, personajes públicos, empresarios y multinacionales evadían capitales en beneficio propio sin sonrojarse por mezclar la salvaguarda de su dinero con el proveniente del crimen.
Increíble que, en un mundo cada vez más digitalizado, hasta ahora Europa no haya actuado contra la cibercriminalidad con el desmantelamiento de Emotet, siendo evidente la extensión, profesionalización y organización de las operaciones criminales en línea que, a lo largo de varios años, han extorsionado pequeñas y grandes empresas paralizando sus sistemas informáticos hasta el pago de ingentes sumas como rescate. Increíble que no haya existido una cooperación internacional efectiva para frenar su auge, dictando reglas de seguridad numérica.
En suma, algunos ejemplos de lo que abunda en contra de lo necesario en una época de crisis y cambio como la que atravesamos: la confianza. Si falta este cemento, la democracia e integridad personal se desgajan dejando vía libre hacia la injusticia y desigualdad. La pandemia que ha restringido nuestras libertades y ralentizado nuestra vida, también ha abierto el campo de otros posibles mostrando que lo que dábamos por hecho: formas de trabajo, consumo, financiación o legislación, puede y debe reestructurarse. Quizás sea momento de centrar cuestiones relevantes y actuar sobre prioridades verdaderas, dejando de lado lo fatuo y personalista.
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