Verbena
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La palabra 'verbena' dan ganas de comérsela. Es una golosina que sabe a pepito de ternera y a quinto de cerveza, a orquesta de pueblo y a luces de coloresSecciones
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La palabra 'verbena' dan ganas de comérsela. Es una golosina que sabe a pepito de ternera y a quinto de cerveza, a orquesta de pueblo y a luces de coloresCuando tú no vas de copiloto, sino de paquete, tienes que dejar la música del viaje en manos ajenas y confiar en la lista de Spotify de los extraños. Así, volviendo de Madrid, y entre los Ramones y Cariño, acaban sonando Novedades Carminha y su ' ... Verbena'. Y a mí se me pone cuerpo de ídem.
La palabra 'verbena' dan ganas de comérsela. Es una golosina que sabe a pepito de ternera y a quinto de cerveza, a orquesta de pueblo y a luces de colores, a magreo detrás de la tómbola y a desayuno de churros con chocolate antes de volver a casa. A la altura de Albacete, una descubre que su única ambición es ser verbenera.
Pero he de tener paciencia: aún me queda para conseguirlo. Más que a Angela Merkel, que ha esperado dieciséis años. Se despide de la política y de las chaquetas de tres botones para dormir un poco y pasear por la naturaleza, según dice. Pero, en realidad, lo que quiere es irse de verbena y protagonizar una peli de sábado por la tarde, de las auténticas o de las que se inventan en la descacharrante cuenta de Twitter. Una mujer poderosa, deseosa de nuevas experiencias tras abandonar su trabajo, viaja a un luminoso país mediterráneo y lo recorre de fiesta en fiesta hasta que encuentra el amor de su vida cuando conoce al dueño de la tómbola. No sé si Merkel hará realidad la sinopsis del telefilme, pero seguro que ganas no le faltan. Espero verla moviéndose al son de la Orquesta Tornasol con una muñeca chochona en una mano y un gin tonic en vaso de tubo en la otra. Porque esa visión de una Merkel desatada bailando en medio de la plaza de pueblo somos nosotros liberados, al fin, de las opresiones del trabajo, de los días oscuros y de las chaquetas de tres botones. O de dos.
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