Ventriloquía

En Madrid ha ocurrido un episodio similar. La diferencia es que, al no llevar la mascarilla puesta, se ha visto la desincronización entre las palabras y la boca: al mismo tiempo que el ministro de Sanidad afirmaba que había que cerrar Madrid, el viceconsejero madrileño Antonio Zapatero anunciaba la ampliación de restricciones en sólo ocho zonas. Se suponía que, tras la reunión a bombo y banderas y el «tenemos que hablar» habría coordinación entre la comunidad y el Gobierno, mandarían un mensaje claro y unitario y dejarían a un lado las diferencias, pero no: Illa decía una cosa y de la boca del viceconsejero de Sanidad salía otra muy distinta.

Ellos van como vaca sin cencerro y nosotros como pollo sin cabeza, dando bandazos por Madrid o por la periferia, que los mensajes contradictorios entre autoridades no son exclusivos de la capital. Mientras, Illa sigue insistiendo en que «escuchen a la ciencia». Con que se escucharan entre ellos ya nos daríamos con un canto en los dientes, que el politiquerío no es capaz de entenderse ni compartiendo una lengua común: se ve que hablar español también está sobrevalorado. Habrá que probar con el esperanto.