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En la casa de mi madre, por las ventanas del levante se ve la ribera del Ebro. Por las de poniente las viñas y olivares. En las paredes de 'la cochera' todavía están marcadas las rayas que labraba para contar las docenas de pellas que ... mis padres cargaban en aquel viejo camión Avia que llegaba desde el fin del mundo, aunque mi padre decía: «Ya esta aquí el vitoriano».
Mientras los mayores cogían tomates, yo era feliz metido en una farca con la que cruzaba aquellos mares de aguas profundas en las tierras de El Raso en las que el cierzo levantaba enormes olas cada vez que mi madre sacudía la tomatera. Siempre me gustó soñar. Desde entonces estoy enamorado de la huerta. Por eso, cada sábado, a mis amigos les mando una foto con algún detalle hortelano deseándoles «buen día desde la ribera».
Pensé en esto al leer en Cuaderno de Campo el magnífico trabajo del Área de Estadística de la Consejería de Agricultura, titulado 'Plan hortícola de La Rioja'. Una tabla lo dice todo: hay en La Rioja 268 explotaciones dedicadas a cultivar 4.768 hectáreas de hortalizas (más de la mitad alubia y guisante para industria). Si usted quiere descuartizar esta idea (o cifras) han puesto a su disposición diecisiete tablas y siete gráficos. Demoledor.
El Plan consta de descripción (lo publicado), diagnóstico, líneas de actuación y mecanismos de seguimiento y evaluación.
Más de medio siglo levantando las persianas y viendo envejecer a las huertas y a mi madre y al atardecer el brillo del alambre. Aceite seguimos cogiendo para casa y los amigos.
Ahora anuncian el renacimiento de las huertas, lo que me llena de alegría, aunque me joda seguir viendo cómo envejece mi madre. No tengo porque dudar, aunque no me lo creo. Porque no tengo la ilusión, la confianza, la determinación... que tienen quienes avalan este Plan. Los admiro.
Porque quiero que tengan éxito, apunto aquí que en la descripción publicada echo en falta algún detalle que ayude a comprender mejor lo que ha pasado (para evitarlo).
En los años ochenta algunos agricultores apostaron por la huerta. Pienso, por ejemplo, en Pedro Gumiel y Javier Mendía, en la ribera navarra; en Javi y María Jesús, en Lastras de Cuéllar... Solo ellos saben lo que tuvieron que trabajar y soportar, en su soledad. Y ahí están. Quiero decir que en algunos sitios y algunos agricultores lo hicieron, ¿por qué aquí no?
No tengo duda de que el cambio en el paisaje riojano obedece a razones de mercado. Lo que me pregunto es: ¿por qué nadie embridó al mercado? (y no se ponga usted liberal porque si en esta tierra hay algún sector regulado es precisamente el del alambre en el campo).
Señora presidenta (extensiva a todos los presidentes que hubo), ¿se acuerda usted de la inauguración del Centro de investigación de la Huerta y de las Conservas Vegetales en aquella finca de El Estajao, en Alfaro? Yo tampoco.
Señora consejera (ídem), ¿se acuerda usted de aquel expediente promovido para declarar patrimonio cultural el paisaje de las huertas? Yo tampoco.
Señora directora (más ídem), ¿se acuerda usted de aquella polémica acerca de si la sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada de las hortalizas y conservas de La Rioja, debería estar en Calahorra o en San Adrián? Yo tampoco.
Incluyan en la descripción del Plan estos datos: qué parte del presupuesto de la Consejería desde los años ochenta fue al sector hortícola y cuál al viñedo; cuántas personas trabajan en temas hortícolas y cuántas en viñedo con cargo al capítulo uno; cuántas horas dedicaron a reuniones, cenas, ferias, fiestas... En uno y en otro sector; ¿y a legislar?
Los hortelanos de mercado en la Rioja han desaparecido (268) y no, no ha sido solo cosa del mercado. ¡Qué menos que saldar la deuda apoyando a los que quedan!
En las riberas riojanas hay miles de hortelanos de despensa que compran una parte importante de los más de doscientos millones de plantas hortícolas que aquí se producen (leo en el artículo); que conservan las semillas, el paisaje de las huertas y la cultura campesina y que llenan cada día sus despensas con productos sanos, nutritivos, sabrosos y baratos (cuando se tasan teniendo en cuenta el placer de hacer una huerta). Para ellos no hay previsto ningún Plan, ¡Gracias a Dios!
Mientras ustedes terminan el diagnóstico, articulan las actuaciones y diseñan las gafas para el seguimiento, yo, entre marzo y agosto, cuando comienza la vida en las huertas riojanas, además de preparar mi huerta, me apostaré a las puertas de algún vivero en los que compran sus futuros alimentos los hortelanos de despensa para hablar con ellos, preguntarles por las semillas que conservan, interesarme por el lugar en el que hacen sus huertas y si en ellas hay o no algún chabisque.
Mi línea de actuación es recuperar semillas y saberes, compartir mi tiempo con los hortelanos que desaparecen y si sobra algo, escribir un texto, Chabisques de la ribera, en el que además de la foto del lugar, guardaré lo que los hortelanos me dijeron cuando les dije: háblame del mar, marinero.
(Buen día desde la ribera)
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