El regreso de Juan Guaidó a Venezuela sin que las autoridades judiciales del régimen chavista le pidieran cuentas por haber quebrantado la prohibición de abandonar su país, ha suscitado un sinfín de especulaciones. Parece evidente que Nicolás Maduro resolvió no detener al presidente de ... la Asamblea Nacional, designado por ésta como «presidente encargado», para evitar que ello despertara una ola de solidaridad entre los venezolanos y en la comunidad internacional. Cada acontecimiento que se produce en Venezuela tras la designación parlamentaria de Guaidó es el reflejo del equilibrio de fuerzas que se da entre un poder real o fáctico y un poder emergente o moral. Las últimas semanas han demostrado que cada una de las partes cuenta con terrenos de juego más propicios o, por el contrario, más esquivos a la realización de sus intereses. El bloqueo impuesto por el régimen a la ayuda humanitaria exterior ha prevalecido frente al intento de la oposición democrática de convertir su demanda en motivo de clara división en las fuerzas armadas.
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El sorpresivo anuncio de que Venezuela contaba con un presidente alternativo el 23 de enero, que parecía suficiente para precipitar la retirada del Gobierno de Maduro, no ha sido capaz de cuajar como contrapoder más que en su reconocimiento político por parte de una cincuentena de Gobiernos. Después de mes y medio desde que la Asamblea proclamara a Guaidó como presidente interino, la transición reclamada hacia unas elecciones libres y con garantías se dilata tanto que la impaciencia está generando diferencias en el seno de un movimiento extraordinariamente plural desde su origen. Maduro persigue un objetivo inmediato: que las discrepancias entre quienes han apoyado a Guaidó afloren antes que las fisuras que atraviesa su propio régimen.
Porque esa expectativa es la que, también, atenúa las contradicciones entre los distintos sectores que sostienen a Maduro, empezando por los militares. Por eso, el primer triunfo que ha de asegurarse Guaidó es preservar la unidad de las fuerzas que le secundan en la vindicación de unas elecciones democráticas. La unidad opositora al chavismo necesaria para que sean Maduro y Diosdado quienes se avengan a las exigencias de la libertad y no al revés. El pulso entre la democracia ascendente y el autoritarismo en declive se libra en términos de aguante. Aunque resulte profundamente injusto que la razón de la libertad conlleve tantos sacrificios.
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